Columna: Ismael Bojórquez/RíoDoce
Para estos días, hace dos años, la gente no salía de su asombro. Una elección que no tenía precedentes en la historia de México barrió décadas de dominación de una clase política que había encontrado en la corrupción uno de sus fundamentos, que veía la riqueza de la nación como un botín para saquear y que no reparó en complicidades hasta con el crimen organizado para mantenerse en el poder.
Lea: Imelda Castro, Rubén Rocha y la gubernatura en 2021 https://bit.ly/2VXYjqO
De la mano de Andrés Manuel López Obrador como símbolo de la “esperanza” de un México distinto, de una nueva forma de hacer política orientada hacia los pobres, de acabar con la corrupción, los fraudes electorales y la injusticia social, cientos de candidatos en los municipios, los congresos locales, los estados y a nivel federal, se impusieron de manera aplastante a los candidatos del PRI y del PAN, dos de los partidos que representaban ese cáncer y que durante más de 80 años habían destrozado al país en beneficio de unos cuantos.
Morena, el partido más votado en esa elección, no solo ganó la Presidencia de la República, sino también las dos cámaras legislativas federales, cinco gubernaturas, 20 congresos locales y decenas de municipios, para gobernar a más de 36 millones de mexicanos.
En Sinaloa vimos muy de cerca la debacle de la clase política tradicional, que prácticamente desapareció del mapa. Muchas de las personalidades del PRI y del PAN que antes y durante las elecciones de 2018 dominaban el espectro político, se esfumaron y no han vuelto a sacar la cabeza en estos dos años transcurridos. La mayoría de ellos ya no va ni a los comederos políticos y los operadores, grandes y chicos, encontraron en las comunicaciones telefónicas interpersonales una forma de opinar por debajo del agua, lamiéndose las heridas y esperando ver qué traen los tiempos. El PRI, con Jesús Valdés a la cabeza, dándole mantenimiento a la estructura del partido, el PAS en sus recorridos por el estado tratando de llegar fuerte al 2021 para negociar con el que más le convenga sus canicas y el resto de la chiquillada esperando líneas nacionales para ver qué hacer.
En un contexto así, de debacle y pasmo de las oposiciones, de falta de liderazgos, incluso de deserciones silenciosas, se antojaría del otro lado un partido dominante fuerte, marcando las pautas de la política en todos sus órdenes, construyendo estructuras para lo que viene, formando cuadros, cohesionando una política clara frente a los grandes asuntos de la agenda estatal.
Pero no es así: esa alternativa que debía construirse para consolidar lo que la elección les regaló gracias a su líder nacional, se consumió en los intereses cortoplacistas y muchas de las veces personales, de lucro y hasta en compromisos criminales. La mayoría de los cuadros de Morena en el estado se han dedicado a “construir” la candidatura de Rubén Rocha Moya para gobernador, existen para eso y muchos viven de eso. Y si el propio senador de la república se había perfilado como el líder más importante de Morena en Sinaloa y con ese estatus tenía la autoridad política para consolidar una estructura partidaria, sus aspiraciones pervirtieron de suyo esta necesidad, intercambiándola por lo que es su interés personal. (A veces me pregunto qué harán todos ellos si el candidato no es Rocha. Porque Rocha no sería problema, es un político serio, lo asumiría y ya, termina su periodo y se dedicaría a escribir sus memorias, pero ¿y su estructura? ¿Van a apoyar al Químico? ¿A la senadora Imelda Castro? ¿¡A Tatiana Clouthier!?) Ya veo a los comeburgueses de antaño reunidos en la Chapule con los “terratenientes” que hace décadas quisieron…
A dos años de esa jornada electoral que fue un parteaguas en el país, se impone un alto en el camino, pero no creo que alguien lo esté haciendo. Ni a nivel federal ni en los estados. Andrés Manuel va de frente con sus programas y su estilo –menos condenables sus programas que su estilo— y parece dispuesto a no ceder un ápice a pesar de que las condiciones del país le han puesto en bandeja de plata la oportunidad de reencausar formas sin perder de vista el objetivo.
Bola y cadena
A NIVEL ESTATAL NO SE VE que el partido pueda llegar a la justa de 2021 con cohesión ni de dónde puedan salir los líderes municipales y distritales que se van a necesitar para, al menos, mantener lo que se tiene. Más bien, lo que parece, es que las contiendas internas serán una reproducción de lo más nefasto de la izquierda en México y que al final llevó a la debacle al partido que mejor la representó en la época moderna, hasta que se convirtió en un instituto execrable: el PRD.
Sentido contrario
EL PARTIDO DE OPOSICIÓN QUE MÁS se desdibujó en Sinaloa producto de la derrota de 2018, es el PAN. Con dos diputados en el Congreso local que nunca figuran en nada importante, regidores por goteo en algunos cabildos y sin liderazgos naturales, no se ve que puedan dar el ancho, solos, en ninguno de los niveles de las elecciones del año entrante. ¿Dónde quedó aquel panismo que llenaba las plazas y hacía vibrar a sus seguidores? Lástima de historia tirada al caño.
Humo negro
LA LÓGICA DICE QUE SI ELIMINAS las restricciones por la pandemia para airear la economía en momentos en que la curva de contagios sigue yendo para arriba, éstos no van a bajar y lo más probable es que se sigan incrementando. Desde el principio el Gobierno cometió el error de no educarnos para sobrellevar la pandemia con disciplina; en vez de educar a la gente ordenó bajar cortinas y ahora se combinan la ansiedad por salir a la calle a despejarnos, la necesidad de trabajar, la ignorancia y el importamadrismo. Una combinación que resultará muy costosa para los sinaloenses.
Columna publicada el 05 de julio de 2020 en la edición 910 del semanario Ríodoce.
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