La tía celebró la decisión. Lo mimaba, le llevaba pastel en su cumpleaños y cada que podía lo buscaba, le daba algún regalo, platicaban mucho y jugaba con él. Madre e hijo se fueron a otro pueblo y la tía ya no los veía tan seguido pero intentaba estar pendiente de su sobrino, llamarlo, buscarlo de vez en cuando o al menos mirarlo de lejos y saber que estaba bien.
Horizontes oscuros se le instalaron entre las sienes. No puede ser, murmuró. Pobre. Le dijeron que el joven, ya a punto de entrar a la universidad, a estudiar una carrera profesional, la hacía de puntero. Ella se acercó y le dijo mijo te van a matar, si se te pasa un carro, si no cumples bien una orden, si no avisas a tiempo. Igual te van a matar: los enemigos o tus jefes, a la hora de los problemas.
Lo aconsejó. Le dijo que se viniera a la ciudad, a vivir con ella y estudiar una carrera. Pero que antes debía decidir qué quería ser. Me gustan las armas tía. Quiero ser policía. Ella asintió y le dijo que iba a ser de los buenos, de esos que investigaban, que andaban bien enriflados y con capucha, en esas patrullas grandotas. Qué bueno, mijo, para que acabes con los malos.
Lo llevó a la academia de policía. Cada semana iba por él y luego lo regresaba con ropa limpia. Conversaban mucho. Ella lo veía como aquel bebé recién parido, aquel niño entre los cerros y los plantíos verdes o con flores rosas, o aquel joven en el extravío. Sabía que detrás de esa cara de niño bueno, de joven serio y responsable y trabajador, había eso, un niño bueno: pisaba la vereda del bien, la honestidad, el respeto por los demás.
Así se lo decía. Tienes que hacer el bien, respetar a la gente, no abusar, aplicar la ley y acabar con los malos. Hasta que el joven aquel se graduó de policía estatal investigador. Ella orgullosa lo palmeó, palpó sus prendas negras del uniforme y lo abrazó y besó. Estoy orgullosa de ti, mijo.
Él andaba en las patrullas grandotas, asido a la estructura trasera o en la cabina. Enriflado, con capucha y una glock sin estrenar dentro de la fornitura. Él le platicaba, ella hinchada de orgullo. Ahora sí, mijo, cuéntame: qué se siente ser del gobierno, acabar con los malos, darse a respetar y trabajar honestamente.
Es lo mismo, tía. Cómo que es lo mismo, preguntó. Sí, lo mismo: cuando una caravana de narcos llega, nos cachetean y nos pasan claves para que los dejemos ir, y los jefes… esos nos mandan matar.
Columna publicada el 15 de diciembre de 2019 en la edición 881 del semanario Ríodoce.
El aseguramiento lo encabezó Semar, en coordinación con Defensa, GN, FGR y SSPC Fueron detenidas…
Ajo Blanco/Cuauhtémoc Villegas Durán. Pronto, los patrullajes estarán en manos del ejército de Estados Unidos…
El Gobierno de México informa que ayer 17 de febrero de 2025 mataron a 54…
SE PRONOSTICAN LLUVIAS PUNTUALES FUERTES EN GUANAJUATO (SUR), PUEBLA, HIDALGO, ESTADO DE MÉXICO, MICHOACÁN, GUERRERO, OAXACA…