De acuerdo a una investigación de campo realizada en Los Ángeles California, Phoenix Arizona, Mexicali y Culiacán, pistolas y rifles de asalto que llegan al Cártel de Sinaloa son generalmente compradas en tiendas de armas localizadas en el condado de Maricopa, en Phoenix, desde donde se mueven a Los Ángeles, o bien se envían directamente a Mexicali o Nogales, donde son recibidas por los traficantes de armas.
“A nosotros nos llegan de todo tipo (de armas), desde AK47, AR15, M16, Matapolicías (Five-Seven), pero también Bazucas, Barrets .50, o lanzagranadas, depende lo que la gente nos pida”, explicó un traficante de armas que opera en San Luis Río Colorado, y quien pidió no se revelara su identidad.
Una vez que las armas son adquiridas en Phoenix, se desensamblan y se envuelven primero en plástico, y luego en cinta gris para protegerlas aún más, para luego ocultarlas en un compartimiento secreto de autos, que puede ser debajo de los asientos, en la consola del interior del vehículo, o incluso en el tanque de la gasolina, para luego ser enviada a su próximo destino, que puede ser Los Ángeles o directamente a Mexicali, San Luis Río Colorado o Nogales.
El vehículo, cargado con armas y a veces hasta con cientos de miles de dólares, tratará de no rebasar los límites de velocidad mientras se encuentre en carretera estadounidense, hasta alcanzar la frontera con México, donde cruzará sin ningún contratiempo gracias a una serie de acuerdos hechos con agentes aduanales de Tijuana, Tecate, Mexicali, San Luis Río Colorado, Sonoyta o Nogales.
“No se puede poner en riesgo ni el dinero, ni las armas que vienen, porque si te agarran, pierdes el dinero, el producto, el chofer y el vehículo, por eso mejor se llega a un acuerdo con los aduanales encargados de la frontera por donde vayas a cruzar”, detalló el traficante.
Bastó una prueba: el traficante de armas (quien solicitó que lo nombráramos con el apodo de Neto), tomó el teléfono y llamó directamente al aduanal en turno para pedirle que dejara pasar uno de sus vehículos, una Toyota Sienna color café, a lo que el aduanal respondió del otro lado que ordenara a su chofer que no pasara por los carriles de “Nada que declarar”, sino fuera directamente a los carriles de “Declaración Voluntaria”, para que él mismo lo atendiera, y así asegurar que no sería pasado a los rayos X.
Ya en territorio mexicano, el vehículo llega una casa cualquiera, donde es descargado, y entonces el producto y el dinero, o se almacena en espera de ser enviado a su destino final, o es esperado por un representante del grupo que comprará las armas, que pueden ser del Cártel de Sinaloa, o el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), o Cártel de Tijuana.
“Nosotros no nos metemos en los problemas que ellos tengan, sino que surtimos a todos; ahorita por ejemplo estamos enviando muchos fierros para Sinaloa y para Sonora, acá por Altar y Caborca, pero también enviamos para Jalisco; es lo que yo digo, depende qué es lo que nos pidan”, dijo Neto.
Referente a armas como Barret .50 o Lanzagranadas, el traficante explicó que ese tipo de armamento lo consiguen con militares estadounidenses, que las hacen perdedizas durante sus batallas, y las hacen llegar a Estados Unidos, y de allá se traen a México.
“Es un negocio, y todo se puede; habiendo quien pague, se consiguen”, detalló.
En tierras sinaloenses
Las armas finalmente son traídas por tierra a un sitio de la sierra, donde un comprador las recibe, las revisa y tras confirmar que son las armas ordenadas y que nunca han sido disparadas, se entregan a un armero para que les dé los últimos ajustes.
“Cuando son nuevos tiran de un solo tiro, y nosotros los arreglamos para que tiren en ráfaga”, indicó un armero radicado en Culiacán, y que es encargado de modificar rifles AK47 y AR15 de semiautomáticos (que disparan un tiro a la vez), a automáticos, que pueden tirar en ráfaga hasta 120 tiros en menos de un minuto.
Sólo entonces, los rifles se entregan a su dueño, y éste los reparte a sus pistoleros, a sabiendas que el rifle ya está listo para matar.
—¿No sientes remordimiento que tu trabajo sea la causa que tanta gente muera?—, se le cuestionó, pero el armero tenía otra visión de su trabajo:
—Yo no jalo el gatillo, y la verdad es que yo nunca he matado a nadie. Cuando matan a alguien es porque hizo algo malo, pero yo no me siento mal porque yo nunca he matado a nadie, se excusó.
Artículo publicado el 25 de agosto de 2019 en la edición 865 del semanario Ríodoce.
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