—Voy para ganar la corona. Quiero llegar a Francia.
Río Doce.-
Ya pasaron 8 años de cuando Leslie fue alcanzada por una bala que dispararon militares en un enfrentamiento en el fraccionamiento Nakayama. Quedó en silla de ruedas, con casi todo el cuerpo dormido.Responde el saludo con el brazo izquierdo, porque aún, pese a las terapias de rehabilitación, sigue sin poder mover el derecho.
“Siento todo el cuerpo: el brazo, las piernas, casi todo”, dice mientras señala sus extremidades y frunce el ceño como muestra de enojo, “no ha sido tan rápida (la rehabilitación) como yo quisiera”.
Pasaron ocho años, pero no ha sido gratis. La casa donde vive tiene tantos cambios desde aquel incidente con la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), cuando un militar adscrito a la Novena Zona Militar disparó y alojó una bala en su cabeza.
El disparo le dio en el lado izquierdo del cráneo.
Eso ocurrió el 13 de febrero de 2011, cuando salió a pasear con una de sus hermanas y dos amigos.
La versión de la Sedena es que se estaban realizando operativos y perseguían a un grupo de personas que iban en una camioneta blanca, pero hubo una confusión y se comenzó una agresión en contra de la unidad en la que iba Leslie y sus amigos.
No fue la única con heridas, pero sí la que tuvo la más grave.
No todo fue físico. En esos ocho años al menos dos fueron dedicados a terapia psiquiátrica por depresión y los demás a terapia psicológica.
“Al principio estaba de mal humor, enojada, yo no quería salir de mi cuarto, pero al final la vida sigue”, señala.
“Uno sabe si se quiere quedar estancada en su vida o salir a flote con las privaciones, se podría decir, las limitantes que te pone la sociedad”.
La Secretaría de la Defensa asumió su error y se ha hecho cargo de su estado de salud y necesidades especiales para que ella pueda seguir. Es una paciente vitalicia por órdenes superiores.
El primero en estar al pendiente, cuenta la señora Marbella, fue el General Moisés Melo García, que mandó a construir un cuarto y rampas especiales de concreto para que pudiera entrar y salir de su casa.
Pero la vida de Leslie no quedó solo en ese cuarto o rampas. Apenas tenía 17 años cuando ocurrió ese incidente y tenía pendientes escolares.
Pasó el tiempo y Leslie Abigail quedó postrada en una silla de ruedas. No la detuvo: terminó la preparatoria, estudió Trabajo Social, se graduó en 2017 y ahora busca trabajo. También piensa en seguir estudiando hasta ser Maestra en Ciencias en Psicología o Tanatología.
No es todo, hoy se prepara para ganar la primera corona del primer certamen de belleza para mujeres en silla de ruedas que se desarrollará en Coatzacoalcos, Veracruz, pero no solo es por vanidad, sino porque quiere hacer un cambio social.
“Más que nada eso queremos cambiar… en general las otras candidatas y yo queremos que sea más inclusivo para el ambiente laboral, para poder estudiar, que sean más accesibles, más accesibles los puestos, las escuelas… que no nos pongan tantas trabas”, dice.
La invitación al certamen la recibió por Karen Juárez, quien está especializada en Terapia Física para personas con discapacidad. Ella conoció a Leslie por amigos en común, y decidió invitarla porque cree que esos espacios son necesarios para educar a la sociedad.
“Este certamen de belleza está creado para eso, para que las mujeres con discapacidad también tengan la oportunidad de proyectarse, entonces hemos difundido a través de medios de comunicación para que otras personas cambien, porque cuando alguien no conoce algo, le tiene miedo”, señala Karen.
Leslie no tiene condicionantes, solo ocupaciones, como la de prepararse para lograr ser Miss México en el primer certamen de belleza para mujeres en silla de ruedas.
No es algo menor, este es un concurso para mostrar al mundo las limitaciones impuestas por la sociedad en los espacios públicos y laborales. Es una manifestación pacífica para exigir respeto a sus derechos.
“Que nos respeten, que vean que también somos seres humanos, que también queremos ir de repente por una nieve y no se puede porque las rampas están ocupadas o los cajones para discapacitados están ocupados por personas que sí pueden caminar, que sí pueden buscar y no lo hacen”, asegura.
“Queremos cambiar eso. Va a ser difícil, pero por algo se empieza”.
Esos ocho años han servido para que Leslie se convierta en una activista. El haber sido elegida por sus amigos y por Karen para el certamen no es coincidencia, pues piensa que es necesario hacer un cambio social.
Piensa que es importante hacer reflexionar sobre la inclusión de las personas que tienen discapacidades, generar conversación sin revictimizar y, en cambio, mostrar que es posible trabajar, hacer política, participar como modelo, ser deportista
La excusa es hoy ese certamen de belleza y por eso se ha sentado con funcionarios de distintas instituciones, como el DIF y el Instituto Sinaloense de la Juventud, de donde logró dos cosas: gestionar apoyos y hacer que se hable dentro de Gobierno del Estado sobre ella y las necesidades de otras personas con discapacidad.
Leslie ya tiene la vida y la alegría. Ahora va por la corona en Coatzacoalcos y si gana irá a París, Francia, a defender su título y quedarse con el certamen mundial.
Artículo publicado el 28 de julio de 2019 en la edición 861 del semanario Ríodoce.
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