¿Existe verdaderamente el hampa en el periodismo?
En la conferencia mañanera del día de hoy, el presidente López Obrador usó por primera vez ese término, para calificar a aquellos profesionales del periodismo que se dedican a la difusión de falsa información, donde son alterados premeditadamente los hechos reales, o donde la mentira descarada se presenta como realidad, para cumplir con la agenda que impulsan determinados grupos políticos o económicos.
A final de cuentas, estos periodistas tendrían como principal objetivo, el quedar bien con quienes pagan por sus servicios.
Hablar de periodistas “fifís”, desató el reclamo de un grupo de comunicadores, que sintieron que el adjetivo usado por el presidente, era un atentado a la prensa en su conjunto. Para ellos, poner en duda su integridad, resultaba ofensivo.
El derecho a la libertad de expresión se ponía en riesgo al llamar fifís, a un sector específico dentro del periodismo.
Considerando lo anterior, no es difícil imaginar las columnas y los espacios que parte de los medios de comunicación tradicionales, dedicarán a quienes se inconformen por llamar hampa, al sector del periodismo aludido por el presidente.
Y antes de que esto suceda, sería bueno entender a quienes va dirigida esta crítica.
Según el diccionario, la palabra hampa designa al “conjunto de personas que viven de forma marginal cometiendo acciones delictivas de manera habitual”.
De ahí podemos partir para aclarara un poco esta situación.
Se sabe, no de hoy, no por haber llegado al gobierno la Cuarta Transformación, que hay periodistas que venden sus servicios a quienes manejan los hilos del poder, en los tres niveles de gobierno. El “chayote” es una práctica vieja y no descubre el hilo negro quien habla de ello. Esa práctica, si no constituye un delito penado por alguna autoridad, sí se considera como una grave falta de responsabilidad profesional y una muestra de la deshonestidad de quien la ejerce. Está al nivel de la prostitución y ni siquiera tiene el atenuante de haber sido obligada su práctica. La mayoría de los periodistas que se han dedicado al “chayote”, lo han hecho por ambición y no por necesidad.
Si este tipo de periodismo es propio de una sola persona, podemos decir que se trata de un caso aislado, que no representa mayor problema para el gremio informativo.
Pero cuando la situación es generalizada, cuando son muchos los que concurren al llamado de quienes pueden comprar plumas y conciencias para la difusión de información alterada, acorde con agendas particulares, que no desean se conozca la realidad, entonces sí estamos hablando de un problema serio.
Ahí sí se está conformando un grupo que actúa sin responsabilidad profesional. Son periodistas que practican el oficio, porque tienen licencia para ello, pero que no cumplen con los principios éticos que norman la actividad a la que se dedican.
Ese grupo ha existido desde hace décadas en el país y no es un secreto.
Podemos recordar como el ejemplo más claro de esto, la noticia principal que manejó Telesistema Mexicano (hoy Televisa) el día tres de octubre del 68: “hoy es un día soleado”, expresó su periodista estrella, ignorando la matanza del día anterior en Tlatelolco. O aquella frase de Emilio Azcárraga Milmo, que bien sintetiza lo que es ser incondicional del poder en turno: “somos soldados del presidente”.
Quien más, o quien menos, ha leído, escuchado o visto información de dudosa calidad, que al final resulta ser falsa, tendenciosa o enteramente mentirosa. Campañas negras o sucias que practican determinados periodistas, para subir o bajar la popularidad de un candidato o un político. Noticias falsas que juegan a desprestigiar o empoderar a determinado personaje. Esto es lo que puede denominarse, sin alguna duda, como hampa del periodismo.
Está también la información tendenciosa que hoy intenta desprestigiar a la Cuarta Transformación. Los desabastos mentirosos, las catástrofes inminentes que nunca se cumplen, basadas en hechos inexistentes, los supuestos trascendidos que jamás se concretan en hechos reales.
A eso se refiere el presidente cuando habla del hampa periodística. Es un fenómeno real que le consta a la sociedad mexicana.
La libertad de expresión es el escudo con que pretende defender su postura este tipo de periodistas. Pero confunde y quiere también confundir a la sociedad, con el discurso que maneja al respecto.
La libertad de expresión, se da, cuando cada ciudadano puede hablar y pensar sobre una situación en particular, según su muy personal punto de vista. Es decir, cuando cada persona opina sobre un hecho real, de acuerdo a su manera de ser y de pensar. El hecho por sí mismo existe. La situación es real, aunque las interpretaciones sobre el mismo sean diferentes. Eso es libertad de expresión.
Pero cuando se inventan realidades alternas, que nada tienen que ver con la verdad, o cuando se crean escenarios ficticios y en base a ellos se elaboran hipótesis absurdas, o también, cuando se dice parte de la verdad y se reconstruye el resto de la historia con datos imaginarios, entonces no estamos hablando de cosas reales. Ahí hay una intención de manipular la información, para beneficiar deshonestamente a quien paga por el servicio.
Eso aquí y en China, constituye un acto falto de ética que amerita ser castigado de alguna manera.
En nuestro país, el castigo consiste en el descrédito manifiesto hacia esa clase de periodistas.
No son creíble sus noticias y la fama que arrastran estos comunicadores, alcanza a las empresas para las que trabajan.
Una línea editorial de izquierda, centro o derecha, siempre es respetable. La mentira descarada, o el fraude noticioso, no lo acepta hoy nuestra sociedad, pendiente y despierta como nunca. Hoy nos preocupa y ocupa lo que acontece en el país.
El hampa del periodismo, afecta directamente los derechos de las audiencias. Los derechos de los ciudadanos. La desinformación causa un daño enorme, cuando se deja pasar, sin hablar de su existencia.
Es válido, por tanto, señalar a este tipo de periodistas y que bueno que el Instituto de la Transparencia, cuenta ya con la información del gobierno federal, respecto a quienes recibieron remuneraciones millonarias de parte de los gobiernos neoliberales, por ejercer un periodismo bastante cuestionable.
Que sano será ver, cómo la verdadera prensa, ésa que trabaja a diario bajo el estricto apego a la ética profesional, solicita estos datos y da cuenta de cómo se contrataba ventajosamente a determinados periodistas, para difundir los datos que convenían a la clase conservadora, durante el periodo neoliberal.
No habrá que esperar mucho. Y pocos querrán defender al hampa desenmascarada.
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