El 23 de mayo de 1962 sucedió en las cercanías de las ruinas arqueológicas de Xochicalco Morelos unos de los episodios más viles y brutales en contra de un luchador social durante el siglo XX. La masacre de Xochicalco fue un brutal ejecución del líder agrarista Rubén Jaramillo Menes su esposa Epifanía Zúñiga embarazada y sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo Jaramillo Zúñiga, perpetrada por fuerzas policiacas y militares, que mostró con toda claridad el filón más autoritario y sanguinario del régimen priista.
Alrededor de las 2.30 pm el domicilio de Jaramillo en Tlalquiltenango Morelos, fue rodeado por un grupo de 60 sujetos fuertemente armados, arribaron en vehículos blindados, jeeps militares y autos policiacos carentes de insignias. El domicilio fue allanado y saqueado. La familia Jaramillo fue golpeada y a empellones obligada a subir un vehículo al parecer de la policía judicial. Fueron transportados por dos horas, y en las inmediaciones de las ruinas arqueológicas de Xochicalco, acribillados, como si se tratara de un sacrificio macabro fueron ametrallados de frente y a quemarropa, todos recibieron en la cabeza el tiro de gracia.
Un grupo de reporteros que visitaron el lugar en donde fueron encontrados los cuerpos sin vida, recogieron casquillos vacíos, de calibre 45, una bala completa y pedazos de otras dos. “Todas las cápsulas muestran las iniciales de la Fábrica Nacional de Municiones”, de los años de fabricación 1953 y 1954. “El calibro 45 corresponde a las pistolas reglamentarias del ejército”, “las armas de ese calibre no pueden ser utilizadas por particulares”.
La noche del 26 de mayo de 1962 en que los cuerpos de la familia Jaramillo eran velados por sus deudos en Tlaquiltenango, el jefe de la partida militar en Zacatepec el capitán Jorge Martínez celebraba con “alcohol, mujeres, mariachi, vino y disparos”, “la sangrienta masacre que al frente de elementos del Ejército Nacional consumó”.
La gran prensa nacional trató de minimizar el asunto, presentándolo como el típico incidente al que están expuestos los bandoleros. Excélsior hablo de él como un “delincuente contumaz que asesinaba, asaltaba, robaba y extorsionaba” y Novedadesaseguraba que era responsable de “asesinatos, robos y de muchas otras infracciones a la ley”.
Sin embargo la indignación fue unánime, no se trató de un episodio más de nota roja que involucraba a un ex zapatista, se trata de un crimen político del más importante líder agrarista independiente de la época, equiparable con Emiliano Zapata. Durante losgobiernos de los presidentes Manuel Ávila Camacho y Adolfo Ruiz Cortines, Rubén Jaramillo se levantó en armas para denunciar la traición a la reforma agraria. Se refugió en las montañas de Morelos y resistió el embate de artillería y caballería. Al ser nombrado presidente Adolfo López Mateos, Jaramillo deja las armas y se incorpora a la vida política, mañosamente le ofrecen garantías y seguridad, nada más alejado de la realidad.
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