Por Arturo Jiménez/especial para Regeneración
Regeneración, 1 de diciembre de 2018.-
Luego de que por la mañana Andrés Manuel López Obrador protestara como presidente de México –en una ceremonia republicana y democrática en el Congreso de la Unión–, el nuevo mandatario fue la figura central de otro ritual, ahora milenario y sincrético, en un desbordado Zócalo y centro histórico de la capital del país.Como dijo el mismo López Obrador, fue una ceremonia de “purificación de la investidura presidencial”, encabezada por representantes de los 68 pueblos originarios del país, así como del pueblo afromexicano.
Tras el ritual –comenzado después de las 5 de la tarde en el escenario del Zócalo– y con el bastón de mando recibido en la mano, López Obrador señaló que ha comenzado en el país “una modernidad forjada desde abajo y para todos”, pues los mexicanos anhelan “la purificación de la vida pública” de la nación.
En un escenario surgido del México profundo y dominado por el humo de copal, una enorme ofrenda de flores y alimentos del campo, el eco de los caracoles y rodeado de representantes de las diversas culturas indígenas del país, el presidente destacó:
“Reafirmo los compromisos: darle atención especial a los pueblos indígenas de México. Es una vergüenza que nuestros pueblos originarios vivan desde hace siglos bajo la opresión, el racismo, la pobreza y la marginación. Todos los programas del gobierno tendrán como población preferente a las diversas culturas del país.”
Antes, había reafirmado “el compromiso de no mentir, no robar y no traicionar al pueblo de México”. Y más adelante agregó: “Se atenderá a todos, sin importar clases, sexos, partidos, creencias. Pero se aplicará el principio de que, por el bien de todos, primero los pobres”.
Acompañado de su esposa, la investigadora Beatriz Gutiérrez Müller, el mandatario detalló después los programas sociales, turísticos, productivos y energéticos de su gestión, así como el combate a la corrupción.
Los rumbos del universo
La ceremonia comenzó con una limpia a él y a su esposa –en español y en náhuatl–, y siguió con la conmovedora entrega al presidente del país de un crucifijo blanco atado con palmas, por parte de uno de los representantes indígenas.
Luego, otro mexicanista encabezó un segundo momento, en el que se hicieron peticiones y se saludaron los rumbos del cosmos. Acompañado por las voces en coro de los miles de asistentes al Zócalo, el hombre de conocimiento pidió que “la oscuridad se disipe y la luz ilumine a todos y nos integre con la armonía del universo”, que “nadie se quede sin alimento”, que la reconciliación sea “con todo y con todos” y que “el sentido de hermandad reine en todo México”.
En un tercer momento, otro de los representantes le entregó el bastón de mando. Luego, una mujer de conocimiento le dijo al presidente que el bastón le iba a servir “para mandar obedeciendo al pueblo”.
Y agregó: “Queremos ser tomados en cuenta en los planes que usted tenga. Los pueblos de México le entregan su confianza y compromiso”.
Fue entonces que, con el bastón de mando en la mano, el presidente López Obrador dirigió su mensaje, que duró más de dos horas.
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