El general Salvador Cienfuegos debería estar muy enojado con los dos secretarios de seguridad que él mismo le propuso a Quirino Ordaz —Genaro Robles y Fermín Hernández—, y hasta con el propio gobernador de Sinaloa, porque todos los implicados en la emboscada a militares de septiembre de 2016, a quienes la misma Secretaría de la Defensa había detenido, están libres por fugas del penal de Culiacán.
Los capturan en impresionantes operaciones militares, y ellos se fugan tan campantes por la puerta principal, apenas unos meses después de sus capturas.
En las dos fugas de este gobierno estatal, la de marzo de 2017 y la reciente de junio de este año, los evadidos salieron por la única puerta del penal con el apoyo de celadores. No necesitaron cavar un túnel, ni armar una estrategia logística para la fuga, solo se apalabraron con algunos custodios, con sus jefes, o quizás con los jefes de los jefes. Todos, al final, a cargo de los militares en funciones de seguridad pública y a su vez del ejecutivo.
Según el Ejército, la célula de los Chimales, comandada por Francisco Javier Zazueta Rosales se encargó del rescate de Julio Óscar Ortiz, el Kevin, el 30 de septiembre de 2016, asesinando a cinco elementos militares. Armaron una operación con superioridad de fuego y numérica para liberarlo. Cuatro meses después el mismo Ejército lo detuvo, en una casa muy cercana al sitio de la emboscada, y un año después estaba libre al lograr la fuga del penal de Culiacán. No duraría ni un mes libre, en abril de ese 2017 fue abatido en una operación de la Marina.
En febrero de 2018, casi año y medio después de la emboscada, el Ejército irrumpió en una fiesta y capturó a siete personas, curiosamente también muy cerca del sitio del ataque al convoy militar. Uno de esos detenidos, comunicó la Procuraduría General de la República, estaba directamente implicada en la agresión: Julián Grimaldi Paredes y/o Luis Gabriel Valenzuela. La acusación era directa: “Se presume que el ahora detenido coordinó y participó en la agresión con armas de fuego realizada en contra de efectivos castrenses el pasado 30 de septiembre de 2016 en esa ciudad, apoyando con individuos y vehículos de la organización que dirigía”m dijo la Comisión Nacional de Seguridad en un comunicado.
Es decir, Zazueta Rosales —el Chimal— era el operador material de la emboscada; y Grimaldi o Valenzuela el autor intelectual.
Ambos detenidos por el Ejército, ambos libres por una fuga del penal con militares a cargo del sistema. Salieron mucho más fácil de lo que les costó ingresar, cuando tuvieron que firmar documentos, fueron fotografiados y se les tomaron huellas digitales. Qué ironía, todo el trámite que fue entrar y lo sencillo que resultó salir.
Si no está molesto o enojado el general Secretario Cienfuegos por las fugas de quienes agredieron a su personal, es porque de plano les tiene mucho cariño y confianza a los dos generales que envió a Sinaloa y al gobernador Quirino Ordaz, con quien no ha escatimado apoyo de la SEDENA.
Margen de error
(Doble fuga) No solo presos se le fugan al sistema, también información. Al sistema de seguridad estatal le es imposible retener a detenidos que enfrentan un juicio, por eso las fugas se replican en todos los penales del país, pero a su vez a la PGR le es imposible retener la información y termina filtrándola a un medio para su difusión en “exclusiva”, en lugar de explicar lo ocurrido públicamente, en un ejercicio de rendición de cuentas básico.
El reciente video, tal como otros que se conocen de fugas de penales, muestra básicamente lo mismo: uno o más de los celadores tiene el poder supremo del cadenero, esos grandulones que custodian la entrada de algunos antros de fama en el mundo y lucen cara de rufianes, pero deciden quién entra al lugar y quién no. En este caso el poder del cadenero del celador es que tiene la facilidad de conducirlos por todo el trayecto sin ningún problema. Un simple celador tiene el poder de burlar todo el sistema de seguridad, con videocámaras conectadas al C-4 incluidas. Nadie lo molesta, nada se le interpone.
Es ridículo pensar que es así. El celador solito abre filtros, cruza rejas, sabe del sistema de videovigilancia, pero nunca se da la alarma. Nunca, en ninguna evasión de reos, la investigación salpica a mandos superiores. Cierto que en ocasiones el mismo director del penal resulta enjuiciado, pero es a lo más que llega la indagatoria.
Mirilla
(Paso libre) El sistema es poroso en cuanto se presionan los puntos correctos. No cumplía ni una semana el general Fermín Hernández como Secretario de Seguridad Pública de Sinaloa cuando se registra la fuga. Solo ubicaba el penal porque está junto a las oficinas de la Secretaría, y por algunas fichas que le mostraron para ponerlo al día del estado.
El general Hernández Montealegre llegó con las cartas credenciales de ser experto en inteligencia militar, de ahí también los señalamientos como operador del sistema de espionaje Pegasus que se encargó rápidamente de desmentir. No se le puede culpar de la fuga, que seguramente estaba armada a cabalidad cuando rindió protesta, pero el relevo de mandos ofreció la coyuntura exacta para la evasión (PUNTO)
Columna publicada el 29 de julio de 2018 en la edición 809 del semanario Ríodoce.
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