Río Doce.-
La renuncia de Margarita Zavala como candidata independiente a la Presidencia de la República es un hecho más que inédito, una jugada del ajedrez político, recibida con interrogantes por los analistas políticos, palabras de reconocimiento y exaltación desproporcionada por una parte de los contendientes políticos y memes severos en las redes sociales.Sin embargo, que sea inédito no significa que sea extraordinario, su nominación más bien parecería un capricho antes que una posibilidad real de ganar la elección presidencial. Sus mejores números nunca pasaron de un dígito y estaba a años luz del candidato puntero. Y claro, no se veía cómo podría remontar esa distancia que después del primer debate presidencial se abrió aun más por sus escasos arreos intelectuales y políticos.
Estaba llamada a seguir empobreciendo en la intención de voto en forma directamente proporcional al crecimiento del llamado voto útil. No le alcanzaba que fuera mujer y menos candidata independiente, bajo sospecha de haber hecho trampa en la recolección de firmas de apoyo, tanto por los servicios prestados por priistas como por decenas de miles de registros inconsistentes.
Además, la sombra desacreditada de su marido Felipe Calderón obnubilaba cualquier posibilidad de crecimiento en una contienda dominada por las coaliciones, los varones y el dinero. Así que una primera lectura que hicieron muchos observadores, fue que se podría cumplir lo dicho por el consejero electoral Ciro Murayama, quien después de aceptarle las firmas de apoyo éstas entrarían a revisión y se le podría bajar en “cualquier momento del proceso electoral”.
Esta historia si fuera justa todavía no estaría cerrada legalmente, si hizo o no trampa en los registros, y será tarea de quienes deseen saber en que fase se ha quedado la investigación y con cuáles resultados. Pero aquello quedó en el olvido de los medios y comunicadores más oficialistas, que rápidamente empezaron hablar de que con la renuncia de la Zavala había”un cambio en la conversación pública”, que estaba dominada por la figura de López Obrador.
Lamentablemente para esta línea de interpretación, el cambio en la conversación no está destinada a permanecer, seguramente se difuminará como un mal recuerdo, como una anécdota triste, de una esposa de un expresidente que soñó en ser la primera presidenta de México.
Y vendrá con esa misma rapidez el olvido, como sucede con todo lo que pasa por los medios de comunicación, quedando reducido en unos días a un asunto de familia, de los íntimos, de los que se la creyeron y apostaron por esa candidatura.
Inmediatamente después de haber renunciado —lo del retiro es un eufemismo— a la candidatura presidencial, muchos oficiosos se preguntaron sobre el “capital político de Margarita” y hacia donde se dirigirían esos millones de votos, que en el caso de tener una elección cerrada sería oro puro, pero siendo la diferencia tan holgada es morralla que terminará distribuida entre los distintos candidatos.
Es muy probable que la promesa del voto mayoritario de la Zavala se encuentre entre las mujeres de clase media conservadora, personas que tradicionalmente han votado por el PAN y que ahora se encuentran en una encrucijada. La lógica diría que mayoritariamente se inclinaran por Ricardo Anaya quien, con mucho oportunismo, inmediatamente derrochó elogios a quien sacó sin piedad de la contienda interna y del partido donde había militado más de 30 años.
Vea si no hay tal derroche de afectos mediáticos de Ricardo Anaya: “Margarita Zavala, mujer valiente y de principios. Sus aportaciones al país, y en particular a esta contienda electoral, han sido muy valiosas. A ella y a su equipo, todo mi reconocimiento”. Pero no sólo el candidato de la coalición Por México al Frente.
José Antonio Meade, de la coalición Todos por México, más mesurado y coincidente en lo esencial, aprovechó la recta, como se dice en el argot beisbolero, para atacar donde más le duele a Anaya: “Coincido absolutamente en que Margarita Zavala es una mujer valiente y de principios. Y justo por esa valentía y por esos principios, fue que le resultó inaceptable la voracidad con la que Anaya se hizo de la candidatura a la Presidencia en el PAN y ella decidió ir por la vía independiente”.
AMLO guardó un silencio momentáneo con un cálculo medido. En su foro interno seguramente intuía que es una jugada de sus adversarios. Que hay que esperar el desenlace político. Porque cada día está más claro que la figura presidencial independiente no tiene ninguna viabilidad en un escenario copado por los partidos y en el mejor de los casos, se le ha visto como una pieza decorativa en un escenario de alta competitividad por los votos pero, en uno excepcional, como lo estamos viendo, es de escasa utilidad política.
Una eventual declinación a favor de otro candidato tiene sentido en un sistema de segunda vuelta por los incentivos para el ciudadano, pero en un mayoritario, como el nuestro, la declinación a favor de otro no tiene ningún incentivo. Quizá los ideólogos e ingenieros electorales del PRI y el PAN se han de estar reprochando no haberle tomado la palabra a Felipe Calderón, cuando en 2010 ofreció un decálogo de reformas electorales que incluía la segunda vuelta o en la vorágine reformista de los últimos años caminar en esa dirección, qué más es poquito.
Pero eso hoy, en el mejor de los casos, es una tarea para el debate presidencial en perspectiva de la siguiente legislatura. Lo de hoy son las estrategias donde el caso de Margarita, con o sin acuerdo, hace su propia contribución. Una candidata menos reduce en un 20 por ciento la oferta electoral y grosso modo ahora los ciudadanos la tendrán más fácil y si en el camino se retira el Bronco, quien ha dicho que “no se baja del caballo” tendría tres opciones, aunque hay quienes aun con los cinco programáticamente lo reducen a dos, y contrariamente al elector se la ponen más complicada o más fácil, porque podría optar por el voto útil.
Quizá por eso Meade no baja la crítica severa contra Anaya, mientras éste ni lo pela y llama al voto útil para impedir que López Obrador gane la presidencia.
En definitiva, la salida de la Zavala modifica el escenario y más allá de las conjeturas, reconocimientos, memes y bromas hirientes, vendrán ajustes en las estrategias, sea porque en política no hay vacíos o porque la decisión atiende a una necesidad mayor. Al tiempo.
Artículo de opinión publicado el 27 de mayo de 2018 en la edición 800 del semanario Ríodoce.
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