El aeropuerto, con fraude o no, terminará como el monumento a la Revolución: símbolo de la desigualdad y el genocidio

Cuauhtémoc Villegas Durán/Ajo Blanco

El monumento a la Revolución, que sería un gran Congreso como el de Estados Unidos, era la gran obra de Porfirio Díaz para impresionar a otras naciones pero quedó inconcluso cuando, harta la población de las injusticias, la esclavitud, las masacres y los fraudes electorales como el de 1910, levantaron al pueblo en un estallido social conocido como la Revolución mexicana que logró que Francisco I Madero ganara democráticamente un año después de que este candidato le robaron la presidencia.

Sin embargo los poderes, concentrados aun en el exiliado dictador Porfirio Díaz, lograron un Golpe de Estado conocido como la Decena Trágica donde con sangre y fuego, Porfirio impuso a uno de sus generales, el despreciable Victoriano Huerta –sólo comparable en vicios y genocidios a Felipe Calderón-, quien cayó también por el repudio que aglutinó de nuevo a las fuerzas revolucionarias de México en torno a Venustiano Carranza.

Por la guerra, no se pudo concretar aquel gran palacio legislativo quedando como un símbolo de la Revolución y es que, esa grandeza porfirista era como ahora la grandeza del neoliberalismo, a costa de las corruptelas de la gente del Gobierno, sus funcionarios, sus familiares y amigos que también eran los constructores de las grandes obras y colonias como la Hipódromo Condesa y la Roma por no mencionar otras. También como ahora sólo unos pocos eran dueños de las grandes empresas y haciendas del país a costa de una esclavitud moderna en la que han renacido las haciendas con mayor poder.

Con fraude o no, el aeropuerto también quedaría al final como una obra inconclusa porque aunque el Gobierno tiene a un ejército genocida con su pueblo más grande y preparado y con leyes para la represión, la gente ya no tiene que perder: vale más morir peleando que de hambre mientras unos pocos amigos y familiares de Carlos Salinas, el dictador mexicano trata de dejar obras faraónicas a costa de la esclavitud de los mexicanos y las pensiones -el dinero- de los que sí trabajaron honestamente por este país.