Así lo expresó al hablar de ‘La universidad como agente de transformación social’; videoconferencia que ofreció desde la IBERO, y que se transmitió simultáneamente en 16 instituciones de educación superior pertenecientes a la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL).
Ese criterio de incidencia en el entorno, que es de carácter político, es la razón de la existencia de las universidades, porque deben responder a las necesidades de los colectivos que las crearon, de los países en que se insertan. “Además, la universidad jesuita pretende cambiar la realidad. Y me parece que cualquier universidad tendría que hacerlo, hacerla mejor, más justa, más participativa, más equitativa, más igualitaria, más feliz”.
Ello supone que la actividad de la universidad: su docencia, investigación y vinculación, tiene que ser histórica, esto es, que no cultiva el saber, sino la realidad, social, económica, política y cultural, que es la materia propia de reflexión de la universidad; y esto es lo que la hace histórica.
Ser histórica también quiere decir que influye en su contexto pero no se deja sin más arrastrar por éste, sino que pretende transformarlo. Por ello, una universidad jesuita, como la IBERO, “no cultiva el saber por el saber, sino el saber que puede ayudarnos a crecer como humanidad”. Y será mejor y más pertinente en la medida en que entienda mejor las necesidades de la realidad en la que está inserta.
“Tendremos mayor calidad como universidad si entendemos bien el contexto, si respondemos con pertinencia, y si todo nuestro ser y nuestro quehacer está conformado por esas necesidades sociales amplias; necesidades públicas, empresariales, populares, sociales, culturales”.
En la planeación universitaria debe tener prioridad dar respuesta a las necesidades de la sociedad. Éste es el criterio fundamental; de qué manera la universidad puede responder con suficiencia y rigor a las necesidades del contexto. “Se trata de poner a la universidad al servicio de la transformación social; en beneficio, primordialmente, de los pobres y los excluidos”.
El papel político de la universidad en el neoliberalismo
Al continuar su disertación, el Maestro Fernández Dávalos mencionó que en la presente etapa neoliberal, que asigna a las universidades la tarea de certificar saberes y capacitar a los cuadros directivos y a los trabajadores de las grandes empresas transnacionales, las instituciones de educación superior fungen como elementos pasivos de esa estructura.
Pero al mismo tiempo las universidades son sujetos activos, pues con su quehacer académico pueden transformar esa estructura, e ir cambiando su propio modo de actuar y el propio rol que se les ha asignado. “Lo relevante aquí es que no es posible la neutralidad universitaria, es decir, siempre la universidad es un capital social, cultural o político para algún grupo humano, y tiene un compromiso de por sí en la estructura social”.
“Cuando una universidad dice, ‘yo no tomo partido, yo soy neutral, estoy por encima de los conflictos sociales’; en realidad está tomando partido en favor de aquellos que tienen el control del conflicto social o tienen el control de la estructura fundamental, de la estructura social”.
La pretensión de la universidad no es, cómo ser neutral, sino qué partido tomar en el conjunto de los conflictos sociales en un momento determinado. Porque aun si no lo quisiera, “la universidad juega un papel político de respaldo a los poderes establecidos o de crítica a los mismos, de validación de los saberes coloniales o de crítica a los saberes impuestos”.
De tal manera, el Rector de la IBERO enfatizó que no hay neutralidad universitaria, algo que se debe asumir explícitamente. “La propuesta que hacemos es que se asuma desde los sectores dominados, desde los excluidos, los empobrecidos, de las víctimas”.
Se trata de repolitizar la institución, pero no a la manera de un partido político, ni de una organización no gubernamental, sino en tanto que universidad. “Esto quiere decir hacer conciencia de la no neutralidad, de la implicación política directa de la universidad en un momento social particular, asumir esa dimensión y entonces orientarla desde los sectores populares”.
“Nuestro ser universitario tiene que determinar nuestra forma de acción política. Nosotros vamos a hacer política desde los sectores populares; haciendo docencia, haciendo investigación, haciendo vinculación o innovando. Nuestro carácter universitario determina nuestra forma de acción social. Y lo político, esta necesidad de transformar la realidad, determina el modo de cumplir con lo universitario, esta necesidad de incidir y transformar determina cómo hacemos la docencia, cómo hacemos la investigación y cómo hacemos la vinculación”.
El qué hacer lo determina la realidad, y el modo de hacerlo es orientado por lo académico. Así, el saber universitario es un saber acomodado a la realidad y a las finalidades transformadoras universitarias. Debe hacer referencia a la praxis; ese círculo de conocimiento, reflexión, acción sobre la realidad, evaluación y vuelta a la reflexión.
Incidir universitariamente en la realidad es por una obligación teórica y ética. Teórica, o académico-teórica, porque vivimos un desorden establecido e irracional que pide esclarecimiento, orientación y sentido. Y ética, porque este mundo desordenado es injusto, tiene postradas a cuatro quintas partes de la humanidad, y ha alcanzado niveles extraordinarios y escandalosos de inequidad.
La conferencia ‘La universidad como agente de transformación social’ fue dictada por el Rector Fernández Dávalos en el marco del ‘Diplomado latinoamericano on line en responsabilidad social universitaria’, que por mediación de la Dirección de Educación Continua (DEC) y la Dirección de Educación a Distancia de la IBERO, la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL) ofrece totalmente en línea, a través de la plataforma Brightspace, a 16 universidades jesuitas latinoamericanas.
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