“Ser periodista es como formar parte de una lista negra. Ellos van a decidir, aunque tú tengas blindaje y escoltas, el día en que van a matar. Si lo deciden lo van a hacer, no importa si tienes o no protección. No hay condiciones para hacer periodismo en México, las balas pasan demasiado cerca”. Javier Valdez.
Javier Valdez Cárdenas no tenía escoltas, ni mucho menos blindaje. Sus únicos compañeros fueron siempre una laptop, sus libros y una taza de café. Junto a ellos fue asesinado hoy al mediodía, cuando salía del semanario Ríodoce, el diario que cofundó hace 14 años, y a través del cual se convirtió en una voz crítica del narcotráfico y la corrupción en Sinaloa.
En la escena del crimen, su cuerpo estaba boca abajo sobre la calle Vicente Riva Palacio, entre Epitacio Osuna y Ramón F. Iturbe, en la colonia Jorge Almada. Ahí sujetos armados lo interceptaron cuando conducía un Corolla rojo y le dispararon hasta darle muerte. En el lugar se encontraron al menos 12 casquillos percutidos.
Ese riesgo de morir por no callarse, él lo sabía. Sus escritos fueron eso, un grito de lo que ocurría a su alrededor, y a través de su columna Malayerba, que nació junto con el semanario, les dio rostro, voz, una identidad a las víctimas. Desde ahí hablaron los huérfanos del narco, los desaparecidos, las viudas. También desde ahí denunció corruptelas.
“Yo no quiero que me reclamen después, que me digan sí, tantos homicidios porque tú te quedaste callado, por qué escribías esto o aquello; a mí no me van a poder decir eso, porque yo soy un hombre de este tiempo y vivo con la intensidad de los problemas que el tiempo requiere. El narco nos quiere hincar a todos. Siempre debe estar presente en tu vida periodística la ética, la dignidad y el profesionalismo”.
A Javier no lo hincaron nunca. Y en un afán por que su voz llegara más lejos, comenzó a escribir libros. En 2006 a la par de su trabajo como periodista, escribió varios obras sobre la misma temática, como “De azoteas y olvidos” y “Crónicas del asfalto”, ambos publicados en 2006.
Tres años más tarde publicó “Miss Narco”, que en 2010 le permitió ser finalista en el premio Rodolfo Walsh en la Semana Negra de Gijón, en España.
Los escritos de sus columnas las recopiló en el libro del mismo nombre Malayerba, que publicó en 2010.
Un año más tarde, abordó el tema de los niños y jóvenes que participan en el crimen organizado en “Los morros del narco”.
Ese mismo año, el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ) le otorgó el Premio Internacional a la Libertad de Prensa (International Press Freedom Award) en 2011, en Nueva York, que reconoce la cobertura valiente del narcotráfico.
En 2012, la revista “Quién”, lo incluyó en el reconocimiento anual “Los 50 Personajes que Mueven a México”.
En 2011, Javier publicó “Levantones”, en el que dio cuenta de las personas desaparecidas por el crimen organizado y en 2014 presentó “Con una granada en la boca. Heridas de guerra del narcotráfico en México”.
Sus últimos libros, “Huérfanos del narco”, en el que abordó el tema de las víctimas del narcotráfico y “Narcoperiodismo, en el que describió las dificultades de la prensa que cubre el narcotráfico, vieron la luz en 2016.
El 26 de enero pasado, la Universidad de Oklahoma publicó una edición en inglés del libro “Levantones” (The Taken).
Javier era también corresponsal de La Jornada y laboró en medios locales como Noroeste y el Canal 3.
El domingo Javier publicó la que sería su última columna en este medio, titulada “El licenciado”, la cual compartió hoy en su página de Facebook, acompañado de la frase “que no te toque bola negra”.
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