Río Doce.- El dolor de perder a un hijo, padre, hermano, compañero y amigo invadió la corporación policiaca de Mazatlán.
Con los restos de Roberto Esparza Valenzuela al centro, víctima de la libertad con la que un hombre llega y libremente detona un arma a plena luz del día, se llevó a cabo un homenaje.
Conocido afectivamente como “Robertito”, el agente segundo tenía solo dos días de trabajo en Culiacán, cuando fue baleado junto con sus compañeros y su jefe Juan Antonio Murillo Rojo, ex secretario de Seguridad Pública de Mazatlán, quien se dice era el blanco,
En el sentido homenaje de cuerpo presente, las lágrimas y el desconsuelo hicieron presa a los hombres y mujeres que exponen su vida las 24 horas al dedicarse a este oficio, en una entidad que no ha sido capaz de garantizar la seguridad a la población ni la de sus propios guardianes.
Con 44 años de edad, lesiones en la región frontal y cabeza, fue reportado como grave a los pocos minutos de ocurrido el atentado.
El debate entre la vida y la muerte fue breve. Y a su paso dejó múltiples afectos cultivados que se dieron cita para despedirse de él.
El policía mazatleco que nació el 16 de julio de 1972, fue dado de alta en las filas de la corporación un 27 de junio de 1997, 18 años dentro, convirtiéndose en los últimos tres, en un escolta inseparable de Murillo Rojo.
Ni la bandera de México cubrió el ataúd de madera que guardan sus restos, la fortaleza de las guardias de los hombres con el rostro cubierto, las balas de salva y la presencia de las autoridades del municipio fueron más impactantes que el llanto materno.
La mujer que veía partir a uno de sus hijos, no daba crédito al momento que vivía. No hubo ni hay palabras que consuelen. Solo dolor.
Por su parte, como panacea, el discurso respecto a la presencia de policías militares y del compromiso y esfuerzo, fue un vaivén estéril.
Jorge Luis Lugo Félix, originario de Los Mochis, también fue asesinado el mismo día y en el mismo lugar.
A la familia, al alcalde Fernando Pucheta Sánchez y al secretario de Seguridad Pública Joel Ernesto Soto, les correspondió recibir el cuerpo y encabezar la ceremonia.
El cortejo fúnebre llegó escoltado por policías, que uno a uno, fueron montando guardia de honor.
Ante sus familiares y amigos, fue descrito como un hombre amable y de trato cordial.
“De los principios y valores básicos, que él como elemento operativo y administrativo tenía presente; ser eficiente, trabajar con profesionalismo y honradez, siempre apegado a la legalidad y cumpliendo con las órdenes y obligaciones que su grado le imponía. Un desempeño íntegro, digno, con honor y lealtad fueron las características que lo definieron”.
El último pase de lista y una salva en su honor, formaron parte del protocolo póstumo. Entre aplausos inició el lento recorrido hacia la iglesia de la Santísima Trinidad, de la colonia Villa Galaxia, donde se le ofició una misa.
Después, en el panteón Renacimiento fueron depositados sus restos para el descanso eterno.
En tanto, Murillo Rojo se recupera en la ciudad de Culiacán y la Procuraduría General de Justicia del Estado dice seguir en búsqueda de los responsables del ataque.
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