Del pánico porque no le crecían y no iba a gustar a los chicos al miedo cuando a los 43 años se confirmó el diagnóstico –cáncer de mama con mastectomía doble como tratamiento– que anticipaba el trance por el que habían pasado ya varias mujeres muy cercanas a ella, la vida de Jennifer Hayden está íntimamente marcada por la relación con su cuerpo, concretamente con sus pechos.
Así lo cuenta en las 350 páginas de La historia de mis tetas (Reservoir Books, 2016), una deliciosa novela gráfica en la que revive su experiencia como superviviente desde la sinceridad y el humor.
¿Estás satisfecha con La historia de mis tetas?, ¿hasta qué punto se aproxima a lo que querías contar cuando empezaste a trabajar?
Aunque escribir y dibujar este libro me llevó ocho años, la idea de lo que quería hacer estuvo muy clara para mí desde el principio y nunca cambió. Diría que me he quedado muy cerca de conseguir lo que pretendía. No estaba segura, pero cuando leí las primeras reseñas me di cuenta de que los lectores estaban encontrando lo que había puesto en el libro para que lo descubrieran. Y he sentido una especie de cierre definitivo de las experiencias sobre las que escribí, que hace que sepa que he contado lo que quería contar.
¿Qué querías contar con esta novela gráfica?
Al principio sólo quería contar la historia de mi experiencia con el cáncer de mama. Luego me di cuenta de que eso ya se había hecho en otras novelas gráficas y de que era sólo una parte de la historia. Así que entonces pensé en escribir el libro de una superviviente. Un libro sobre la supervivencia, sobre prosperar, alcanzar una nueva identidad a través del cáncer de mama. Y eso significaba que debía hacer el libro más universal, en torno a la idea de cómo desarrollamos una identidad. Y eso quería decir que tenía que contar la historia de mi vida.
“El reto del arte y la literatura es convertir lo personal en algo simplemente humano, que nos permita comprender mejor lo que significa estar viva”
¿Por qué decidiste escribir sobre algo tan personal?
Nunca he sido una persona muy reservada. Creo que el problema de ser demasiado reservada es que nunca te curas. También creo que no hay mucha diferencia entre mi sufrimiento y el de cualquier otra persona, así que es mucho mejor compartirlo y ayudarse mutuamente. Además, la mayoría de las grandes historias comienza desde lo personal. El reto del arte y la literatura es convertir lo personal en algo simplemente humano, que nos permita comprender mejor lo que significa estar viva. Una vez que se transforma en arte, deja de ser personal.
Tu acercamiento al cáncer de mama tiene mucho humor, ¿es la mejor forma de vivirlo y escribir sobre ello?
El humor es la única manera con la que afronto cualquier cosa. Si tengo algún don, es mirar lo que es ridículo y atraer la atención sobre ello. Así que ésta era la manera de afrontar el cáncer de mama. Pero es un tema muy delicado. Al tratar de ser divertida acerca de mi experiencia, también fui muy cuidadosa para no rebajar las tragedias por las que otras mujeres y sus familias han pasado. No todas las personas que me leen han tenido tanta suerte como yo. He intentado poner el humor junto al dolor y que uno intensifique el sabor del otro.
¿Qué te resultó más duro al hacer La historia de mis tetas?
Sorprendentemente, no fue escribir sobre mi cáncer de mama. Lo fue repasar los recuerdos de mi madre y de mi padre, y de mi suegra y de mi suegro, que nunca había digerido. La primera vez que dibujé la cara de mi suegra, rompí a llorar. Hubo veces que no pude trabajar durante días, lidiando con algunas de estas emociones. Otro desafío fue mantener el diseño del trabajo en mi cabeza durante ocho años, con todas las interrupciones que acarrea ser madre.
¿Cuáles han sido las respuestas de tus familiares cuando lo han leído?
No todos lo han leído. Y de quienes lo han leído, sólo tres o cuatro me han hecho comentarios, que han sido positivos. Mi padre y mi madre lo han leído, pero tuvieron dificultades con el medio y básicamente están orgullosos de mí por haber dibujado tanto. Pero esto no me molesta en absoluto. Si eres artista, no puedes esperar que tu pareja o tu familia participen en lo que haces, escuchen o lean todo. Están muy cerca de ti como para valorarlo justamente, es doloroso para ellos, lo comprendo. Mi marido compone música y no he escuchado todas sus sinfonías.
¿Has tenido alguna reacción especialmente sorprendente?
Fue muy sorprendente ser nominada para un Premio Eisner, los mayores galardones del cómic en Estados Unidos. Y que una mujer completamente desconocida me escribiera para decirme que acababa de llegar a casa después de su tumorectomía y que se sentía muy consolada leyendo el libro. Ayer mismo pasé tres horas en la Universidad de Princeton con una clase en la que ya lo habían leído y no pararon de hacerme preguntas ni de sacar temas para discutir. Tener a un grupo de estudiantes brillantes hablando del libro como de una obra literaria fue la respuesta a muchos de mis sueños.
“Espero que este libro anime a otras mujeres a expresarse, a encontrar sus propias voces de manera personal, creativa, y de cualquier otra forma”
¿Crees que el libro puede ser alentador para otras mujeres?
Espero que el libro sea alentador, ¡está hecho para serlo! He tenido la intención de que mi historia anime a otras mujeres a sentirse mejor con sus experiencias con el cáncer de mama, a sentirse menos asustadas, a ver qué han ganado con ello y no sólo qué han perdido. Pero, como feminista, también espero que este libro las anime a expresarse, a encontrar sus propias voces de manera personal, creativa, y de cualquier otra forma. Y también me gustaría que haga que mujeres de todas las edades cuenten sus historias en novelas gráficas, porque me gustaría leerlas.
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