Diagonal.- La sexta votación de investidura en el Congreso en un año terminó con el periodo más largo de ingobernabilidad política desde 1977. El Gobierno contará a partir de ahora con el apoyo de Ciudadanos y con el miedo del PSOE a que la legislatura termine antes de que lleve a cabo un proceso que le permita volver a ser competitivo en el mercado electoral.
Las intervenciones de los distintos partidos avanzaron sus argumentos de cara al nuevo ciclo, que el PP pretende manejar con los mismos argumentos de la fase 2011-2015 pese a no tener mayoría en la Cámara baja.
LÍMITES. El discurso de Rajoy fue una reivindicación de la legislatura del shock. Pese a las dificultades para encontrar los apoyos necesarios para repetir y al maquillaje que impuso Ciudadanos en su negociación de agosto, el PP consiguió en el mes de octubre su objetivo sin renunciar a su proyecto. Ése que se basa en que sean el PP y su entorno quienes establezcan los límites de lo posible.
Rajoy ha salido de la zona de sombras de la ingobernabilidad y “los límites no varían”, como dijo en su discurso. Son los de la unidad de España y los compromisos con la Unión Europea. Negación del Procés y reparto de los recortes. Sangre, sudor y lágrimas a las comunidades autónomas. La reforma laboral, dijo el nuevo presidente, no se toca. “Diálogo sí, pero no nos equivoquemos (…). Hemos de negociar dentro de los límites que la realidad nos impone a todos”.
Corto o largo, su Gobierno se basará en seguir a la troika y dictar al Tribunal Constitucional. De la Ley Mordaza hace tiempo que no se dice ni palabra. Esta orquesta sólo toca esas canciones.
Antonio Hernando en la sesión de investidura. / Juan Carlos Rojas.
HUMILLADOS. “Vamos a vigilar cada paso que dé”, ahondó el portavoz socialista Antonio Hernando en un discurso fabricado en los mismos moldes del viejo turnismo. Algo se rompía con la abstención –“hoy se acaba el bloqueo político”, se congratulaba Hernando– y también concluía el relato que el PSOE puso en marcha para detener el reloj que había echado a andar en mayo de 2010, con los recortes del Gobierno de Zapatero.
En la calle, algunos miles de personas gritaban “PSOE, PP la misma mierda es” mientras Hernando se dirigía al Congreso. El exportavoz de Pedro Sánchez defendía la abstención “para restañar las heridas del Estado de bienestar”, unos minutos después de que Rajoy marcase paquete de reformas y límites.
Unas horas antes, solo como en el tango de Roberto Goyeneche, Pedro Sánchez avanzaba las líneas de su nueva aventura y reconocía las presiones de la oligarquía –verbigracia, Césas Alierta– para evitar un Gobierno de PSOE y Podemos. Lejos del Congreso, el candidato socialista en el exilio se sube a bordo de un turismo para llegar a todos los rincones de España.
Pablo Iglesias, en el hemiciclo. / Juan Carlos Rojas
LA META VOLANTE. En la única entrevista que ha concedido Pablo Iglesias a Diagonal, habló de la necesidad de correr. Han pasado dos años y medio desde 2014 y hasta el pasado sábado no terminó el sprint de Podemos. A escasos metros de la meta volante –la meta antes de la meta– el discurso del secretario general de Podemos sonó sosegado, no excitado ni agotado como ya lo había hecho en la fase de la ingobernabilidad.
El otro gran resistente del ciclo ha sido el candidato de Unidos Podemos. En la tribuna se reivindicó como el instrumento de “otro país” distinto al de Rajoy, “que no tiene miedo, pero que sufre” y que “tarde o temprano va a ganar”.
Acabada la fase de la prisa, el partido de partidos en el país de países debe resolver su cuestión interna. Los procesos de primarias en Madrid y Andalucía, los primeros abiertos, señalan los límites al optimismo que Iglesias mostró en la tribuna de oradores.
Albert Rivera.
ALEVÍN. En su último discurso antes de la investidura, Albert Rivera no citó a Adolfo Suárez. Fue un avance. El líder de Ciudadanos parece un alevín en la tribuna del Congreso con un deseo demasiado evidente de equipararse a sus ídolos. Eso quizá le funcione a medio plazo para llegar donde Suárez llegó, de momento le ha sido útil para alcanzar su objetivo: evitar unas nuevas elecciones en un sistema electoral que perjudica a los partidos subsidiarios.
En las últimas frases de su discurso, Rivera citó a John Fitzgerald Kennedy. El candidato naranja domina todas las artes de la autoayuda.
Gabriel Rufián, protagonista de la noche en las redes.
NERVIOS DE ACERO. El protagonismo mediático, es decir, el protagonismo en Twitter, lo tuvo Gabriel Rufián. El coportavoz de Esquerra Republicana de Catalunya no terminó su discurso por las interrupciones del PSOE.
Como dijo su compañero Joan Tardà, el objetivo es que ERC cumpla su última legislatura en la Carrera de San Jerónimo.
Rufián llevó hasta el límite los nervios del grupo socialista. El objetivo: profundizar la fractura entre PSOE y PSC. Si el Procés descalbaga no será porque los republicanos catalanes se ponen de perfil en el Congreso español.
SOBRIOS. En Vitoria y en Madrid, el PNV mantiene la misma característica: habas contadas y mirada larga. Eso les permite gobernar la comunidad con el Estado de bienestar más consolidado de la península. En su intervención en San Jerónimo, Aitor Esteban señaló la negación de la política que había realizado Rajoy: “Si sigue apoyándose en la aristocracia jurídica y en ese ‘no cederé, no cederé’, me temo que no va a avanzar mucho”.
La abstención del PSOE, que posiblemente adivinó el PNV antes de las elecciones de septiembre, permitía a los jeltzales cumplir lo que avanzaron en agosto: que no harían presidente a Rajoy. A partir de este momento, sus seis votos en el Congreso serán rentables. Con más poder que nunca en la suma de Gobierno, diputaciones y ayuntamientos, l PNV también sabe dónde están los límites y lo que puede Bruselas. El PNV es tan serio que la intervención de Esteban terminó sin aplausos, ni siquiera los de su propio grupo.
SUS LÍMITES. Francesc Homs, el diputado de Convèrgencia, tiene un papelón. La heredera de la “minoría catalana” de Jordi Pujol y Miquel Roca no tiene tan claro que ésta sea su última legislatura en Madrid. “Lo que vota la gente sirve para cambiar la ley”, defendió Homs. No mencionó la palabra referéndum. Convérgencia se impone sus propios límites.
EXPECTANTES. Los diputados abertzales no pueden apostar a que ésta sea la última legislatura de EH Bildu en Madrid, pero mantienen la esperanza de que el Procés catalán abra el escenario de la independencia de País Vasco y Navarra.
En el entretiempo, Oskar Matute cargó en su discurso contra el juguete roto del bipartidismo (“todavía huele a cal viva”, dijo a los perplejos socialistas).
SECUNDARIA. Ana Oramas, de Coalición Canarias, fue la única mujer que subió a la Tribuna. Su discurso fue aplaudido por el público maduro de la sala cuando dijo que los jóvenes “tienen odio y rencor”. Para cuando terminó, unas decenas de miles de personas llegaban a la Puerta del Sol. En el Congreso, la ingobernabilidad se clausuraba, al menos sobre el papel.
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