El pasado de Guadalajara está íntimamente vinculado al desarrollo de la aerostación y la aeronáutica, por ello, el historiador Pedro José Pradillo, realizó en la tarde de ayer una conferencia dentro del ciclo “Los orígenes del control aéreo. Los ingenieros militares pioneros de la aeronáutica española”. El objetivo: seguir el rastro a través de sus investigaciones y, muy especialmente, a través de la prensa local, de dos edificios del aeródromo militar de Guadalajara, el chalet de pilotos y la torre de avistamiento, que “representan una página clave del desarrollo de la aeronáutica mundial”, según apuntaba Pradillo.
La torre de avistamiento y el chalet de pilotos del Aeródromo Militar de Guadalajara se encuentran “en un estado lamentable”. Pradillo expresaba así la pretensión de recuperar estos edificios claves de la historia reciente de la ciudad, motivo por el cual se ha diseñado este ciclo de conferencias ligadas a una exposición del mismo nombre, para llamar la atención a la ciudadanía al respecto. Aunque se trata de un tema “complicado de abordar, ya que hay que implicar a muchas instituciones” se pretende que el dia de mañana pueda ser un espacio referente del pasado aeronáutico de la ciudad y que pueda visitarse y valorarse “como la torre de control de aeródromo más antigua que existe en el mundo”.
Así empezaba Pradillo una charla en la que los aistentes pudieron conocer el importante vínculo que Guadalajara tuvo con la aerostación y la aeronáutica y en la que se trazó el recorrido y los avances del ser humano en su ansia por emular a los pájaros y poder gozar de vistas panorámicas. Un deseo ya patente en los mitos de la Antigüedad, como el de Ícaro, y que permanece en el Renacimiento, como evidencian los distintos artilugios con aspecto de alas diseñados por Da Vinci. Hubo que esperar hasta finales del s.XVIII, en 1783, para ver volar los primeros globos en Francia, gracias a los hermanos Montgolfier, y diez años más para la primera demostración de vuelo en globo en España.
Los globos se muestran entonces como una herramienta clave para la observación militar, ya que permitían a los ejércitos controlar el terreno y avistar posiciones enemigas. Sin embargo, no fue hasta un siglo después, en 1889, cuando el ejército español adquiere en Francia su primer globo, el María Cristina, que fue probado por la propia regente y que después vino a parar al Parque de Aerostación que se creó en 1896 en las terrazas del Henares, en los terrenos de maniobras de la Academia de Ingenieros y actual barrio de Manantiales.
Cuatro años después, tras la crisis de Cuba, que paralizó cualquier intento de avance tecnológico militar, los globos empiezan a volar en el Parque de Aerostación de Guadalajara, que será un espacio clave en el desarrollo de este campo, tal como se evidencia en los periódicos locales del momento que publicarán, de forma constante en las décadas siguientes los avances, logros, récords, concursos, accidentes…etc. Todo tipo de noticias vinculadas a la aerostación y la aeronáutica se muestran en la prensa alcarreña, pues no solo eran de gran interés para los ingenieros militares sino también para los vecinos, que se acostumbraron pronto a ver volar dirigibles desde sus campos de labor.
Noticias como la visita del ingeniero y pionero de la aviación Santos Dumont al Parque de Aerostación y los “grandes elogios” al dirigible que estaban construyendo Torres Quevedo y Kindelán, que andaban colaborando juntos en un prototipo de dirigible. En 1908 logran poner en vuelo un segundo prototipo, mucho más estable, que será reconocido como el “primer dirigible totalmente español”.
Pradillo explicaba, sin embargo, cómo “los celos entre Kindelán y Torres Quevedo privaron a este país de quedarse con la patente del dirigible y que fuera desarrollado en tierras españolas”. Astra o Hutchinson fueron algunas de las marcas que desarrollaron la patente del dirigible diseñado en Guadalajara que se puso en venta en numerosos países, llegando incluso a ser adoptado por la Armada Imperial Japonesa.
Pronto empiezan a destacar en la prensa alcarreña noticias relacionadas con la aeronáutica, como los avances de Santos Dumont o de los estadounidenses hermanos Wright, así como los primeros vuelos sobre el Canal de la Mancha o nuevos récords de velocidad. En estos momentos, en 1909, el Parque de Aerostación de la ciudad contaba ya con un gran barracón para globos y se estaba acabando de construir un hangar de 75m para albergar el dirigible “España”, que fue adquirido por Kindelán y Vives para el ejército español en Francia (dado que no se podía comprar el modelo de Torres Quevedo).
Es en 1909 también cuando José Marvá y Mayor visita Guadalajara por orden de la Jefatura del Estado para estudiar la posibilidad de comprar terrenos y ampliar el Parque de Aerostación al otro lado de la carretera para albergar allí “el primer gran aeródromo de España donde pudiera desarrollarse la aviación al igual que se estaba desarrollando la aerostación”.
Las dudas y la inquietud de los alcarreños sobre la capacidad de las autoridades de llamar la atención de la Jefatura de Estado, de gestionar la venta de terrenos y poder albergar semejante proyecto se hacen patentes a través de la prensa y sus miedos se constatan cuando en 1912 la Comisión de Experiencias adquiere definitivamente los terrenos que albergarían esa gran base aérea pionera en España en Cuatro Vientos, “que sigue siendo hoy un aeródromo mientras que en Guadalajara tenemos una ruina” se lamentaba Pradillo al respecto.
No obstante, en Guadalajara ya había aterrizado un primer aeroplano pilotado por el francés Jean Mauvais en noviembre de 1910 y, en los años posteriores, los vuelos entre Cuatro Vientos y Guadalajara fueron habituales. Finalmente, a raíz de la Real Orden del 19 de diciembre de 1912 se ordena la adquisición de 80.000m² de terrenos, en un triángulo ubicado entre la carretera de Torrelaguna y la senda de la Galianilla, paralela a las vías de ferrocarril, en los que se ubicará, por fin, uno de los primeros aeródromos españoles del s.XX: el Aeródromo Militar de Guadalajara.
Aunque en 1913 se desdobla el Servicio de Aeronáutica Militar y Guadalajara debe centrar sus esfuerzos en la aerostación, seguirá desarrollándose una flotilla y una escuela práctica de aviación que suponen la existencia de una fuerza militar aérea estable en la ciudad, en la que se llevarán a cabo numerosas pruebas de aviación o ensayos de prototipos de paracaídas para minimizar los accidentes que el desarrollo aeronáutico producía.
En 1917 la Comandancia de Ingenieros obtiene la licencia para construir en el Aeródromo Militar tres barracones, un chalet para pilotos y una torre de avistamiento. Aunque el Ejército del Aire “se empeña en decir que esto no es una dotación militar”, Pradillo señalaba la importancia de este edificio que considera que sirvió como “torre de señales y avistamiento, construida específicamente para regular el tráfico aéreo en la pista de aterrizaje que tenía a sus pies” y que puede considerarse “la torre de control de aeródromo más antigua que existe en el mundo”.
Pero además, la nueva necesidad de edificar torres de control para los primeros aeródromos hace que se vuelva la vista a la Academia de Ingenieros Militares y sus proyectos de torres de señales y banderas, muy utilizadas en el s.XIX. De ahí que torres de control como la de Cuatro Vientos guarden rasgos comunes con edificios de Guadalajara como la torre observatorio diseñada en 1845 y que se construyó para la Academia de Ingenieros donde hoy se sitúa en Hotel AC, según apuntaba Pradillo, o incluso con el palomar de multiplicación de la Fuente de la Niña, perteneciente al Servicio de Telegrafía Alada del Ejército, que empleaba palomas para comunicar las coordenadas en los vuelos en dirigible; el mismo edificio que sigue hoy en pie “convertido en un bar de diseño modernista que no se termina de abrir”.
En 1920 se empieza la construcción de una cocina y un pabellón para albergar a dos compañías y el aeródromo de Guadalajara muestra unas instalaciones pioneras que le sitúan entre los grandes aeródromos españoles del momento. No obstante, la inauguración de la fábrica Hispano-Suiza en Guadalajara supuso el declive del Aeródromo Militar ya que, con la creación de la sección Hispano Aircraft, se impulsó la producción aeronáutica en la ciudad y se acabó vinculando un gran terreno a la fábrica a modo de aeródromo propio.
Este nuevo y amplió espacio acabó por eclipsar al Aeródromo Militar cuyos días de gloria terminaron en 1923, con la visita del infante Don Juan a hacer entrega del estandarte de Aerostación; no obstante, sus restos todavía permanecen en pie a la espera de que ser recuperados como señas tangibles de la historia de la ciudad.
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