Río Doce/Andrés Villarreal.- Girolamo Prigione es historia, el Chapo va perdiendo actualidad y eventualmente será también historia. ¿Cómo un alto jerarca católico, nada menos que el enviado del Papa a México, puede relacionarse con Joaquín Guzmán Loera, cabeza de una red delictiva? El poder espiritual y político se entrelaza con el poder criminal del narco.
El alguna vez poderoso nuncio, Girolamo Prigione, murió de muerte natural en una casa de retiro sacerdotal en su natal Alejandría, el pasado viernes 27 de mayo. El destino casi hace coincidir su muerte con el aniversario 23 del asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, en el aeropuerto de Guadalajara, el 24 de mayo de 1993. El Chapo está recluido en Ciudad Juárez en su tercera captura y muy cerca de ser extraditado a los Estados Unidos, la primera detención fue después de los sucesos que relacionan a Prigione y Guzmán: la muerte del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
Prigione aterrizó en la capital de Jalisco aquella tarde de mayo de 1993 y Juan Jesús Posadas Ocampo lo recibiría en el andén de arribos. No permitían el descenso de los pasajeros y helicópteros sobrevolaban el área. El enviado papal no lo sabía, pero en el acceso principal de aeropuerto se había desarrollado una balacera. Siete muertos, entre ellos el Cardenal, su chofer, dos pistoleros del grupo del Chapo, y tres personas que estaban en la vialidad de acceso al aeropuerto.
La versión oficial dos décadas después se mantiene: una confusión de los pistoleros de los Arellano Félix, que pretendían ajustar cuentas con el Chapo. La información de los de Tijuana era que Guzmán llegaría en un Grand Marquis blanco, justo a esa hora. Ahí lo esperaban el Güero y el Negro —qué ironía—, quienes dispararon a quemarropa a Posadas Ocampo y luego confesarían ser los autores materiales.
Solo pasaron 17 días del asesinato del Cardenal a la captura de Joaquín Guzmán. Fue entregado a la PGR en un puente del Río Suchiate, en la frontera de México con Guatemala. De aquel 10 de junio de 1993 es la foto del Chapo con una gruesa chamarra, presentado en medio de una llovizna en el Altiplano, con cabello corto y bien afeitado —tenía apenas 36 años—. Eran otros tiempos, ningún policía aparece encapuchado, menos con uniformes tácticos para la foto.
De aquel día también se rescató un fragmento de la declaración ministerial del Chapo: “…Antonio Mendoza (el jefe de escoltas) se percató de que varias gentes empezaban a correr entre los coches que estaban estacionados y que iban armados y enseguida empezaron los disparos en mi contra, por lo que de inmediato me dejé caer al suelo, empecé a rodar por el piso y en esos instantes llegó un Grand Marquis blanco, en el que (después me enteré) viajaba el cardenal Posadas”.
¿Y los Arellano Félix?
Margen de error
(CAF) Ramón, Benjamín, Francisco, Eduardo, Javier… los Arellano Félix, estaban en la búsqueda de un acuerdo sobre el asesinato del Cardenal. Girolamo Prigione, poderoso y controvertido embajador del Vaticano en México, se reuniría con Ramón y Benjamín Arellano en algún día de julio de 1993. Es decir, apenas unos días después de que el Chapo ingresó a Almoloya.
De esa entrevista a la que acudieron los buscados capos sinaloenses cabezas del Cártel de Tijuana a la nunciatura apostólica —un sitio con inmunidad diplomática— existen solo pinceladas.
Los Arellano habían escrito una carta al Papa donde se deslindaban del asesinato del Cardenal Posadas y culpaban enteramente al Chapo. Prigione los recibió luego de que intercediera por ellos el sacerdote Gerardo Montaño, y no queda muy claro si lo que hablaron fue en medio del secreto de confesión o solo una entrevista. La carta que tenía como destinatario al Papa se la mostró al Presidente Carlos Salinas, y según Prigione el Presidente solo comentó “qué corderitos”, refiriéndose a los buscados narcotraficantes.
El nuncio apostólico declaró formalmente ante el Ministerio Público sobre el caso Posadas cinco años después, en agosto de 1998, pero nadie conoce el contenido de la declaración porque se le extravió a la PGR —de las extrañas casualidades del sistema penal en México—.
Jorge Carpizo era el Procurador General de la República cuando el asesinato de Posadas. El caso siempre lo persiguió, e invariablemente defendía la tesis de la confusión. Él mismo declaró haberle recomendado al Presidente Carlos Salinas no reunirse con los Arellano Félix, como le solicitaron los capos a través de Prigione.
Mirilla
(El cura y el capo) Girolamo Prigione se retiró del servicio exterior del Vaticano, y ahora con su muerte se sabe que estaba en una casa de retiro de Alejandría, donde murió de viejo. El Chapo Guzmán se fugó de la cárcel de Puente Grande en 2001, fue recapturado en 2014; se fugó de nuevo en julio de 2015, esta vez del Altiplano, al que había llegado 22 años atrás, y lo re-recapturaron en enero de este 2016. Ahora está en Ciudad Juárez, a solo 33 kilómetros de la frontera con Estados Unidos —donde lo reclaman ocho diferentes cortes de justicia—.
Primera cita
(Secretos de confesión) Si Girolamo Prigione tenía alguna información sobre las relaciones de los Arellano Félix y el poder político y eclesiástico, se la llevó con él. Si el Chapo Guzmán tiene información de las redes de corrupción policiaca y política, no es en México donde podría darle valor, sino con los gringos.
Ya está desgastado el tema de que el Chapo para las autoridades mexicanas es más un estorbo que un activo para destapar cloacas podridas de peces grandes y chicos, que se han mantenido al cobijo del crimen organizado (PUNTO)
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