El Papa Francisco trasladó hasta Italia a su familia en el avión que le trajo de vuelta tras su viaje para conocer de primera mano la situación de los refugiados
Su hijo de 2 años “sigue despertándose por la noche llorando y asustado”
En total 97 refugiados, entre ellos 41 niños han llegado a Italia y están entre gracias a la iniciativa de la Comunidad de San Egidio
Hasan de 31 años, Nour de 30 y su hijo Riad de 18 meses componen una de las tres familias afortunadas que se encontraban en el campo de refugiados de Moira, en la isla griega de Lesbos y que el Papa Francisco trasladó hasta Italia en el avión que le trajo de vuelta tras su viaje al país heleno, hace quince días, para conocer de primera mano la situación en la que se encuentran los refugiados. “Aprecio al Papa Francisco más que a ningún líder musulmán, de ninguna mezquita. Él ha hecho por mi familia más que ningún otro”, asegura Hasan.
Este refugiado sirio define al Pontífice como un “gran hombre” que les ha regalado “un sueño” y “una nueva oportunidad con esperanzas de un futuro seguro”. Junto con su familia, vivían en Damasco, pero tuvieron que escapar después de que su casa fuera destruida tras un bombardeo. Ahora su mayor esperanza es que su hijo pequeño de dos años, Riad, pueda olvidar “todo lo horrible que han pasado”. “Mi hijo sigue despertándose por la noche llorando y asustado. Tiene dos años y tengo la esperanza de que olvide las cosas horribles que nos han pasado”, explica Hasan en una entrevista justo antes de acudir a sus clases de italiano en el barrio del Trastevere. Pertenecemos a la raza humana y todos tenemos derecho a tener una vida segura Los tres viven en un apartamento compartido con otras familias en este céntrico barrio romano, con los gastos pagados por el Vaticano. Pasan el tiempo entre las clases de italiano —8 horas a la semana— y la recopilación de todos los documentos necesarios para solicitar al Gobierno italiano el reconocimiento oficial de refugiados políticos.
El próximo 6 de mayo tendrán la entrevista final con las autoridades competentes. No van a convertirse al cristianismo Pese a su admiración por el Pontífice, también tienen claro que no van a convertirse al cristianismo, pero le agradecen esta nueva oportunidad. “Finalmente todos los creyentes estamos ligados a un solo Dios. Todas las religiones acaban en un solo Dios. No hay distinción, todos pertenecemos a la raza humana y todos tenemos derecho a tener una vida segura”, argumenta Hasan. Hasan tampoco olvida su pasado en Siria antes de la guerra. Recuerda que vivían “una vida normal, en paz”. “Cada uno de nosotros tenía un trabajo, una casa, una rutina.
La guerra arrasó con todo. Yo trabajaba como arquitecto de paisajes. Mi trabajo era muy interesante. Hacía muchísimos proyectos en Siria y mi mujer era microbióloga. Somos gente normal como tú, no terroristas”, explica. Pero estalló la guerra, su hogar fue bombardeado y tuvieron que escapar para poder estar a salvo. Entonces comenzaron un peligroso periplo para salvar sus vidas. Primero pagaron 3.000 dólares a un traficante de Siria para poder llegar hasta la frontera de Turquía. “Nos transportaron hacinados con otras personas en un camión de emergencias hasta el sur de Damasco, donde estaba el primer punto de control de Daesh. Después pasamos un día encerrados en otro camión de animales. Cruzamos el desierto en autobús y me separaron de Nour y Riad. Los hombres por un lado, las mujeres por otro”, describe. Tras quince horas de travesía llegaron hasta el norte de Siria, en Alepo. “Allí pagué de nuevo 15 dólares por persona, pero los hombres de Daesh nos encontraron y no nos dejaban salir de Siria. Nos dijeron que éramos musulmanes y debíamos vivir bajo las leyes del Estado Islámico y hacer la yihad”, explica. Al final, pudieron escapar pagando 300 dólares a uno de sus carceleros.
Cuando llegaron a la frontera entre Siria y Turquía tuvieron que volver a pagar. Esta vez, a la mafia turca kurda. Después llegaron a Lesbos, donde fueron rescatados por el Papa Francisco. Corredores humanitarios “Solo trayéndolos de manera legal se evitan las mafias y además es más seguro para nosotros porque hay muchos más controles”, explica Daniela Pompei, de la Comunidad de San Egidio, que viajó tres días antes que el Pontífice para tramitar la elección de las familias que vendrían hasta Italia con Francisco.
Los rostros de los niños golpean en las conciencias, hay necesidad de noticias positivas que no sean solo muertos en el mar “El Papa tuvo la idea de ir a Lesbos tras ver las imágenes trágicas del campo de refugiados de Idomeini. La Comunidad de San Egidio supo de la iniciativa del Pontífice tan sólo tres días antes de que llegara”, detalla Pompei. Para la elección de las familias, el Gobierno griego dispuso algunos criterios que debían ser respetados. Las familias debían haber llegado a Grecia antes del 20 de marzo, fecha en que entró en vigor el acuerdo entre la Unión europea y Turquía para devolver a los refugiados hasta territorio turco.
“Había una familia de cristianos que queríamos traer, pero habían llegado después del 20 marzo. Elegimos a familias vulnerables, con niños pequeños que han afrontado un viaje terrible —subraya Pompei—. Dos de las tres familias elegidas que vivían en Damasco —en total doce personas, seis adultos y seis niños— tenían sus casas bombardeadas y la otra vivía en Deir Ezzor, una zona controlada por Daesh y de alto riesgo”, añade. Para la responsable de la Comunidad de San Egidio es muy importante que los refugiados hablen con los periodistas. “Hay muchos que se han quedado allí y ellos les dan voz.
Los rostros de los niños golpean en las conciencias, hay necesidad de noticias positivas que no sean solo muertos en el mar”, comenta. La Comunidad de San Egidio ha puesto en marcha una iniciativa junto con la Federación de Iglesias Evangélicas de Italia (FCEI), la Tavola Valdesa y el Gobierno italiano para traer de manera legal hasta 1.000 refugiados a través de “corredores humanitarios” a Italia. De momento, han llegado 97 refugiados, entre ellos 41 niños, procedentes de Líbano que están repartidos por todo el país, hospedados en casas de acogida. Los gastos del viaje y el alojamiento los cubren las organizaciones y el Gobierno italiano solo debe encargarse tramitar el visto de asilo político.
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