En el norte, panteón clandestino entre Guasave y Ahome
En la última semana de febrero, cuatro cadáveres fueron abandonados en los límites de los norteños municipios de Ahome y Guasave, incrementando el temor y la percepción ciudadana de que aquí se pasean impunemente escuadrones de la muerte, protegidos o compuestos por policías, tanto preventivos como estatales, de ambos municipios.
Y no es todo lo que ha aumentado, pues también creció la tirria entre los agentes municipales de ambas corporaciones al grado de que los de Ahome imputaron legamente a los gendarmes de Guasave el ocultar una carga de mariguana, cargados vacíos y tiros útiles en las viejas instalaciones de la policía preventiva ubicada en el estero y que quedaría bajo la responsabilidad de la autoridad municipal de los primeros.
Entre ambos hechos, la población teme y ora a Dios por su propia vida… y de nuevo se autoaplica “el toque de queda”. Más que ahora se analiza la posibilidad de que se instale una partida de la Policía Ministerial del Estado, como sexenios antes existió, pero con una particular, más brutal y horrenda que nunca: derecho a desapariciones forzadas con el fin de “apaciguar la zona”.
Una consulta entre los pobladores advierte que esta posibilidad ya la padecieron años antes, con saldos de luto en familias locales, principalmente de aquellas que tienen miembros jóvenes en edades para la francachela, ágapes sin límites ni horarios.
La fuerza desmedida, sin control ni supervisión ciudadana a una corporación, no es la solución para retomar la tranquilidad, explica un novato abogado que pide anonimato, pues aquí hablar de seguridad pública es como ponerte una bala en la frente o aparecer molido a golpes en cualquier dren o canal. Y justifica su crítica: “en ese afán de recomponer el mundo con policías encapuchados, en patrullas con matrículas borrosas y uniformes alteradosse van justos y pecadores a la misma olla, y finalmente se pierden vidas”.
Consideró que lo mejor son operativos con inteligencia de por medio, pero las corporaciones locales carecen precisamente de cerebro y les sobra riñón. “Cada balazo lo responden a plomazo a diestra y siniestra, y allí caen todos”.
Una empleada de una zapatería dice que el desmadre existente es por la confabulación del gobierno con la malandrinada. “Aquí todos los vemos, los de Mochis defienden a un grupo, los de Guasave a otro, a nosotros nos lleva el carajo por estar en medio. Quien va a decir algo, nadie, oiga, que se maten entre ellos y que a nosotros no nos toque”.
Aunque esta región es netamente ejidal, son los campesinos los que menos hablan.
Son hombres reacios a responder preguntas sobre la seguridad, matanzas o panteones clandestinos. Las mujeres mayores son igual que sus hombres, pero levemente más abiertas. “No oiga, si hablo me matan a mi hijo. Vaya por ahí preguntando y eso le van a responder, hasta que usted encuentre los muertos, como ya ve, han encontrado a cuatro en una semana, unos tirados en los drenes, otro sepultado en un canal. Quién anda por esos lugares para operar así, solo dos grupos, los delincuentes o la policía, uno de bien ni se acerca. No oiga, ya no hablo, me matan a mis hijos. La cosa está fea, que Dios nos cuide, porque el gobierno ya nos entregó a los malos”.
El saldo
La doña está sentada en una banca de concreto, frente al kiosko. Es el sitio en donde la gente se reúne a pasar el tiempo y a contarse anécdotas y suponer el infierno que se aproxima.
El tema son los cuatro muertos y la mariguana de los policías.
Tres de los asesinados eran de un solo evento, amigos; dos hermanos, todos procedentes de Salvador Alvarado. Desaparecieron el fin de semana cuando pretendían comprar semilla de maíz. Valdemar y Édgar Valdez Valdez, y Emanuel García Ramírez fueron encontrados sin vida a lo largo del dren Batequis, que corre paralelo a la calle 200, sobre la línea divisoria entre Guasave y Ahome. Y es por esa misma tangente que se desenterró el cadáver de otro hombre, pero en el ejido la Arrocera, recuentan informes policiales.
Y la mota
Un reporte de la policía de Ahome fechado el 23 de febrero por la tarde revela que un civil observó esa madrugada movimientos sospechosos de hasta nueve agentes encapuchados en las patrullas 618 y 619, en lo que eran las instalaciones abandonadas de la Policía Municipal de Ahome, ubicadas en calle Cero entre Japaraqui y San Francisco. Los policías bajaron una bolsa negra que ocultaron en las instalaciones.
Al retornar al lugar, la bolsa aún estaba y por ello dio aviso anónimo de los hechos, señala el informe que así justifica el arribo al lugar de uno de los grupos de operaciones tácticas.
Estos descubrieron casi nueve kilos de mariguana, cuatro cargadores para fusiles AK-47 (cuerno de chivo), 177 cartuchos para fusiles AR-15 calibre 2.23 mm, y 18 tiros rusos para el fusil AK-47, entre otros.
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