No hay mal que dure cien años, pero dictaduras sí
Río Doce.- El 3 de julio se cumplieron cien años de la muerte del General Porfirio Díaz, suceso que nos remonta a la nostalgia del año 1915. En un modesto departamento del centro de París, acompañado de su esposa, su hijo y su nuera, murió este hombre que gobernó a México durante 30 años.
La soledad de su final corresponde al final de su carrera política, en particular los últimos días de su mandato en aquel año de 1911; lo vivió en la soledad de su despacho presidencial, allí, decidió abandonar el país cuando la presión de un pueblo harto de su soberbia, se empezó a manifestar de manera violenta.
Francisco I. Madero, amparado en su movimiento democrático, inició aquellas acciones que coronó con su triunfo, pero la hiena llamada Victoriano Huerta coartó su mandato de manera bestial, dando motivo a la Revolución Mexicana con Emiliano Zapata en el sur y Francisco Villa en el norte, quienes se encargaron de acelerar el movimiento, que mucho antes habían iniciado: Heraclio Bernal, Lucio Blanco, los Hermanos Flores Magón y miles de anónimos que formaron un millón de sacrificados, movimiento que concluyó en la década de los 20, con la imposición de lo que ahora se conoce como La Dictadura Perfecta.
Los historiadores, periodistas, e investigadores literarios, obligados por un soterrado tabú impuesto por los gobiernos emanados de aquel movimiento de 1910, se habían mantenido al margen de comentar, sobre todo, de reconocer lo positivo que tuvo aquel largo mandato de la llamada época Porfirista.
Fue a raíz de que PRI fue desplazado (2001) de la cúspide del poder, cuando se inició una verdadera libertad de expresión, y entre otras muchas cuestiones que ahora consideramos, se empezó a investigar sobre este personaje y su mandato presidencial.
Los que lo juzgan negativamente dicen que fue un tirano, un dictador que impuso un gobierno represor que monopolizó la violencia abrogándose el derecho de fusilar, colgar, aplicar la “Ley fuga”, torturar, encarcelar o desterrar a quienes se oponían a obedecer las leyes de su gobierno. Sin embargo, dicen los que le reconocen positivamente, que gracias a esa férrea imposición, México vivía en paz, de tal forma que la gente podía transitar y caminar por calles o caminos con toda seguridad. Que podían dejar las puertas abiertas de sus casas, dejar su caballo amarrado fuera de una tienda o cantina, con la seguridad de que nadie se lo robaría.
¿Pero qué caso tiene discutir el Porfiriato hoy?
Sí importa, afirma Claudio Lemnitz, porque el Porfiriato fue el arranque de la historia contemporánea de nuestro país. Se consolida el Estado Mexicano e inicia su integración con los Estados Unidos, y se desarrollan éxitos y fracasos muy notables. Esto afirma este antropólogo de la Universidad de Columbia. Y también dice: “Durante sus 30 años de gobierno, el país quedó comunicado mediante el telégrafo, los ferrocarriles y surge la industria manufacturera y agrícola”.
Aquí en Sinaloa, la familia Redo que sostuvo una estrecha vinculación con el Porfiriato, creó un auge inusitado con la Hacienda Redo en Eldorado, las huertas de Las Quintas, las fábrica de dulces y de hilados.
El puerto de Altata que entonces era de altura, era uno más de los muchos puertos que el régimen Porfirista había construido; la misma ciudad cobró forma con edificios como el Teatro Apolo, la cárcel del Estado, el mercado Garmendia, el Colegio Civil Rosales y una gran cantidad de edificios y mansiones que hoy forman el Centro Histórico.
De todo esto y muchas otras desarrolladas en la ciudad de México y el resto del país, nunca se supo nada por imposición de esa otra dictadura, la conocida como la Perfecta; así fue hasta que precisamente un sinaloense se atrevió a abrirle un boquete, sí, me refiero a la valiente decisión del Ing. Manuel de Jesús Clouthier del Rincón. Desde entonces se desataron las amarras y “la libertad de expresión” es una realidad, aunque todavía a un costo elevado por la gran cantidad de vidas sacrificadas.
Claudio Lemnitz incluye en su ensayo Preguntas sobre el Porfiriato (Nexos 451, julio 2015): “Durante muchos años el Porfiriato tuvo una función algo limitada en el pensamiento histórico mexicano, su significado se reducía a ser la causa de la Revolución Mexicana, y como Revolución era buena, el Porfiriato era malo. En los años 80 hubo un movimiento revisionista que buscaba valorar al Porfiriato como un gobierno orientado al desarrollo económico y a la modernización. Incluso se llegó a decir que en él hubo poca corrupción, y que la corrupción en forma había sido invento de la Revolución.”
Esto último lo tenemos muy claro, la Revolución Mexicana fue más que todo, una revuelta de facciones que lucharon con ferocidad por lograr poder y fortuna. Algo similar a lo que ahora hacen los Partidos Políticos, aunque con menos violencia. Se les agradece.
Lemnitz también declara que don Porfirio llegó al poder amparado en sus credenciales de héroe, un patriota que demostraba lealtad, nobleza y caballerosidad. Al tomar posesión de las riendas de la nación, solicitó el apoyo de los intelectuales, identificados como Los científicos, entre ellos Vicente Riva Palacio y Justo Sierra; le presentan el Plan de Tuxtepec que en esencia plantea una plataforma para fincar la dictadura, misma que sostiene don Porfirio hasta que empiezan los brotes de inconformidad y estalla la Revolución.
Se ha comentado que si don Porfirio no se hubiera reelegido para continuar en la presidencia aquel año de 1910, y en lugar de eso hubiera permitido una contienda democrática, él hubiera surgido como un gran estadista, y se hubieran colocado estatuas con su figura por toda la nación. El caso es que “el hubiera” no existe, y sí existió la Revolución Mexicana para dar inicio a la ahora conocida Dictadura Perfecta, que tuvo un bachecito con la victoria del PAN que sólo aguantó 12 años, la que nos dejó pocas cosas, entre ellas ejercer la libertad de expresar nuestras inquietudes e inconformidades.
Lemnitz termina con esta pregunta: ¿Qué hace posible las dictaduras? 1.- División de poderes. 2.- Negociación con consorcios poderosos sean nacionales o extranjeros. 3.- Compra de medios de difusión para controlar lo que no se debe dar a conocer a la población.
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