María Zamarripa. No hay condiciones para una vida digna en México.
Se realizan encuentros para construir un movimiento social para caminar juntos y transformar al país
México, D.F., enero 16 de 2015.- Con la venia del Papa Francisco, teólogos de México y América Latina, apoyados por la línea de los países progresistas y con alta presencia indígena como Bolivia, se organizan para retomar el liderazgo espiritual de millones de excluidos por el neoliberalismo.
Derivado de estos encuentros, por primera vez en la historia reciente y después del Concilio Vaticano II, teólogos, sacerdotes, obispos, misioneras de distintas órdenes religiosas y laicos progresistas identificados con la Cruzada de la Iglesia frente a la Corrupción, la Injusticia y la Violencia en México, se reúnen en la Conservadora Universidad Pontificia de México y se suman al desesperante ¡Ya Basta! de un México desangrado.
En abierto desafío a la complicidad y el silencio de la Iglesia Jerárquica, deciden declararse en rebeldía contra el Estado para evidenciar el hartazgo por un régimen que ha sumido en la pobreza y la desesperanza a millones de mexicanos, en su mayoría pobres.
En un ejercicio de autocrítica que partió de los errores cometidos por la Iglesia, figuras claves en este movimiento identificado con la Teología de la Liberación, como los líderes religiosos y laicos Miguel Concha, Alejandro Solalinde, los obispos Raúl Vera y Ramón Castro Castro , el escritor Javier Sicilia, la misionera María Zamarripa, y el Rector de la Universidad Pontificia de México, Miguel Ángel Flores Ramos, entre otros, coincidieron en que “ya es tiempo de actuar”.
La Iglesia no puede seguir indiferente a la tragedia que está viviendo México y en complicidad con la autoridades, dicen, es una ofensa a la encarnación y al Cristo llevan en sus vidas. Señalaron que la iglesia no puede permanecer oculta detrás de castas pastorales y discursos, tiene que volverse presencia encarnada.
“Si no lo hace, la Iglesia va a mantener a Cristo en el banquillo de los acusados”, señala Javier Sicilia, líder moral del Movimiento por la Justicia, la Paz y la Dignidad.
Para los seguidores de esta Iglesia de los Pobres, el Estado ha ido perdiendo su rol regulador de protección de los derechos de las mayorías y los excluidos, y les ha suprimido sus garantías individuales con sucesivas reformas constitucionales que han desmantelado los derechos de la población, mientras en contraparte, se observa un aumento de las garantías a las empresas trasnacionales y a las élites económicas que buscan maximizar sus beneficios a costa de las nuevas generaciones, a las que están dejando sin posibilidades de progreso alguno.
En sus discursos, restregaron al Estado la perversidad de desviar el ejercicio del poder, disfrazando políticas de desarrollo y expropiando recursos como el agua a favor de firmas como Coca Cola, o diciendo que la minería es de interés nacional para tomarse la facultad de apropiarse de territorios sagrados, al amparo de una ley y un poder que deposita en los acuerdos comerciales los intereses dictados por esas trasnacionales.
María Zamarripa, misionera de la Orden de Nuestra Señora y defensora de los derechos de los pobres, leyó un pronunciamiento: “Ya Basta de la sanguinaria vorágine de violencia e inseguridad y violación de los derechos humanos e inseguridad. Basta de un gobierno entreguista a los intereses extranjeros, desde el Tratado de Libre Comercio, y de un crecimiento económico depredador que se expande sobre la tierra arrasando con el territorio y los bienes comunes naturales.
“Ya basta, continuó, de un modelo económico explotador que ha fragmentado al país en numerosas zonas de mano de obra barata para el mercado mundial. Basta de un mercado infiltrado por el crimen organizado; de partidos políticos desacreditados; de instituciones disfuncionales que enmascaran legalidad cuando este atributo está ausente del México de las constantes masacres. De los cínicos y cómplices silencios de gobernadores y demás autoridades por todas las regiones de nuestro enlutado país.
“Ya basta del número de muertos y desaparecidos con cifras de guerra ¡ya basta!”.
Los integrantes del Movimiento en Favor de la Paz, la Dignidad y la No Violencia recalcaron que la Iglesia es una luz que guía a millones de personas, porque es referente de credibilidad, amparado por la figura del Papa Francisco; sin embargo, al igual que otros sectores clave, ha guardado silencio. Ha hablado tarde y de manera mesurada, o bien actuado de forma desarticulada.
Pero la triste realidad, señalan, es que grandes sectores eclesiales están ajenos; tienen la información que transmite Televisa y TV Azteca, por lo que la exhortación de sus homilías se mantiene ajeno a lo que está sucediendo en México.
“El problema es que la Iglesia Jerárquica, la de Norberto Rivera (el arzobispo primado de México), es guía de millones de personas y si ésta se equivoca, se equivoca mucha gente. Su postura está llevando a la gente de fe por caminos inadecuados”, declaran.
María Zamarripa recalcó que “Ayotzinapa fue un crimen de Estado pero también un crimen de la Iglesia, porque los asesinos han sido bautizados. El Estado le apuesta a esta mayoría temerosa, más adoctrinada que evangelizada, desinformada y en muchos casos tristemente coludida. La detiene con el miedo y frente a esto, el reto principal de la Iglesia de los Pobres está en la sensibilización.
“En la óptica de la Iglesia rebelde en México hay una sensación de derrota por la larga cadena de impunidad y vejaciones con que está escrita la historia de México y pareciera hacer más lejana la irrupción de un reino de justicia, verdad, paz y amor. Sin embargo, la Iglesia se ha comprometido en principio a anunciar la esperanza, pero también denunciar los daños sociales y las mil formas de violencia que se está padeciendo.
“A partir de los sucesos de Ayotzinapa México ha cambiado, dice María Zamarripa, hay mayor conciencia y solidaridad porque perdimos el miedo y el terror que ha fomentado el gobierno. La sociedad civil representada por los distintos actores, particularmente los padres de familia, los jóvenes y los pobres, aprendió a exigir el respeto a nuestros derechos, demostrando que este movimiento tiene como base el amor a la vida y que la vida de nuestros jóvenes, nuestros hijos, no tiene precio.
“La Iglesia le apuesta a fortalecer este aspecto humanitario de la sociedad reconstruyendo el tejido social destruido por el miedo, la desconfianza, el individualismo, la competencia y la indiferencia social que tiene a los mexicanos en un estado de apatía, frustración y desesperanza”.
Pobres de México. Los olvidados de la Iglesia.
Pobres de México. Los olvidados de la Iglesia.
En sus conclusiones, exponen la “urgencia de sensibilizar a la población y mirar el mundo y la realidad como la mira Cristo. Basta recordar aquella pregunta que Dios, a través de Caín, nos hace a todos nosotros: ¿Dónde está tu hermano?; ¿Qué has hecho de tu hermano? Y esta pregunta fundamental y muy directa pide también una respuesta transparente, verídica y congruente a cada uno de nosotros y no admite titubeos ni ambigüedades.
“Hay sectores que no harán nada, ni el Gobierno, ni los partidos políticos ni la Iglesia Jerárquica. El cambio está en la ciudadanía y muchas otras iniciativas como Observatorio Eclesial; Iglesia por la Paz; Comunidades para la Justicia y la Paz, esa parte de la Iglesia en movimiento que realiza muchas acciones afuera de los templos”.
El reto central, coinciden, es llegar al gran sector —aún indiferente— para reconstruir a México desde la raíz, difundiendo todo lo que ayude a retomar conciencia y recuperar humanidad, firmando pronunciamientos, diseñando formas de resistencia pacífica para defender nuestros derechos; buscando caminos de esperanza fomentando una espiritualidad por la paz, construyendo libertades y defendiendo dignidades; orando pero actuando con congruencia, porque en la Iglesia tendemos a decir ‘voy a rezar por ti’, pero eso no es suficiente.
“El desenlace de Ayotzinapa, como tema y como demanda que está cimbrando a la nación y escribiendo brillantes páginas, marcarán la historia del pueblo mexicano: O logramos restablecer la confianza en las instituciones y en la democracia, o se confirmará que no hay condiciones para una vida digna en México y en la Iglesia de los Pobres de este país: esperamos que sí”.
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