Río Doce/José Antonio Ríos Rojo
El drama de la entrega del petróleo mexicano, el que yace bajo territorio patrio, se inicia en los tiempos de José López Portillo y Jorge Díaz Serrano, pareja que se dio a la tarea de perforar pozos y abrir válvulas para poner los hidrocarburos a disposición de los vecinos del norte, a pesar de todas las advertencias que muchos hicieron, entre ellos el ingeniero Heberto Castillo.
La historia de los últimos años recoge esos esfuerzos por defender petróleo y gas, y también la complicidad de quienes no se opusieron a la extracción masiva de los hidrocarburos para exportarlos y afirmaban que “los bienes sirven para remediar los males” y por ello podíamos disponer del petróleo y el gas para sacar al país de la pobreza y “acostumbrarnos a la abundancia”, como decía López Portillo.
Para el gobierno de Miguel de la Madrid, expresaba Carlos Salinas de Gortari, el concepto de soberanía nacional como lo entendía la izquierda mexicana era obsoleto. La Constitución de 1917 era un conjunto de leyes y principios que obedecían a condiciones que regían la economía mundial a principios del siglo y no podía ser la misma que la que imperaba en su momento.
No se animaban a decirlo, pero lo sugerían: esa Constitución era obsoleta, había que cambiarla. Pero con Enrique Peña Nieto se animaron, tanto el PRI como el PAN, y cambiaron nuestra Constitución en su artículo 27, de tal manera hoy permite la entrada de compañías extranjeras petroleras a nuestro territorio, como en el Porfiriato.
Nuestra desgracia sigue aumentando. Nos enteramos por la prensa que el gobierno de Estados Unidos negocia la venta a México de petróleo de origen libio, aproximadamente 100 mil barriles de petróleo al día, del tipo crudo ligero. Lo paradójico es que siendo México un país productor de petróleo, ahora lo comprará a Estados Unidos, su principal cliente.
México está a punto de importar petróleo por primera vez en décadas, en un momento en que las exportaciones de crudo que realiza a Estados Unidos, su principal mercado, se redujeron a la mitad del nivel que tenía apenas hace diez años.
Actualmente México exporta 859 mil 166 barriles diarios de crudo en promedio. Esta cantidad es 44 por ciento de la registrada en 2005, cuando las ventas del crudo mexicano a aquel país fueron de un millón 920 mil 366 barriles diarios, en promedio.
México es el tercer proveedor de petróleo a Estados Unidos, después de Canadá y Arabia Saudita. Las exportaciones mexicanas al mercado estadounidense son principalmente de petróleo pesado, para ser refinado en aquel país, al que después se le compran derivados como gasolina y diesel.
Hoy PEMEX importa cuatro de cada diez litros de gasolina que consumimos en el país. Además del costo que representa, el hecho de importar gasolinas se traduce en que México esté financiando empleos e inversiones en el exterior, que podrían generarse internamente.
Mientras el gobierno mexicano se apresta a importar petróleo, ya no sólo gasolina, la caída del precio del crudo de exportación sigue a la baja, situándose ya entre 39 y 40 dólares por barril, aumentando cada día más los temores, pues casi un 40 por ciento del presupuesto federal procede de la venta de petróleo al extranjero.
Por lo tanto, ante el desplome del precio internacional del crudo, las finanzas tendrán que sufrir un ajuste.
Pero al gobierno de Peña Nieto no se le ocurre construir ni siquiera una refinería: en eso se parece mucho a los gobiernos del PAN. Japón que no tiene petróleo, tiene más refinerías que México. Mientras México tiene seis refinerías, EUA tiene 149.
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