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El Estado sólo hace de espectador en el caso Ayotzinapa

Alfabeto QWERTY » Andrés Villarreal

Un fuego aquí y otro allá, unos más intensos que otros pero todos reduciendo a cenizas lo que encuentran. México arde y no es una metáfora, aunque quizás sí una exageración en cuanto a que el país entero.

Queman la sede del gobierno de Guerrero, junto con el Congreso y la Alcaldía de Iguala; y luego la PGR dice que los estudiantes de Ayotzinapa, motivo de esos incendios, fueron quemados. Arde la puerta de Palacio Nacional, y se enciende una llamarada de críticas a la ausencia de Enrique Peña, de viaje a oriente.

Con la atención puesta en Ayotzinapa, el resto del poder público ya de por sí cómodo, ahora vive a sus anchas viendo reducida una presión concentrada en un solo asunto. No se ve, por ningún lado, alguna acción que sea consecuencia de las muchas explicaciones que podrían desprenderse de Ayotzinapa. Una, al menos. Al contrario, los mensajes van en el otro sentido: la única forma hasta hoy existente para medir a los policías, la evaluación de control y confianza, se va apagando cada vez que el procurador Higuera o el secretario García dan datos de los que ya no estarán en el sistema. Ni qué decir, por supuesto, que se esté articulando alguna medida clara para investigar cualquier relación pasada o actual de algún mando con la delincuencia organizada. Todo eso, motivo principal de la desaparición de estudiantes en Ayotzinapa: la relación autoridad-delincuencia.

El Estado en su conjunto se siente como un espectador de los sucesos. Eso demuestra todos los días. Como si fuese cualquier otro ciudadano, o peor todavía, porque al menos desde ese lado se ve la rabia. Se creen todos sin una sola responsabilidad de competencia.

MARGEN DE ERROR
(¿?) Todo lo ven lejos, aunque pase dentro de la casa propia. Tlatlaya, la población del Estado de México donde militares asesinaron a 22 personas señaladas como delincuentes, no lo ven igual al asesinato de Miguel Ángel, en Eldorado, donde está acreditado testimonialmente que los elementos de la Marina le dispararon a cortísima distancia y cuando estaba en el suelo, además de que lo habían detenido apenas unos meses antes. ¿Y el Alcalde de la capital? ¿Y el gobernador? ¿Cuántos tendrían que ser los muertos? ¿Más de 10? ¿Más de 20? ¿No les toca?

Llegan las fuerzas federales y capturan a uno de los Torres o a un hijo del Mayo Zambada, y desde el gobierno estatal o municipal no se abre ninguna línea para conocer las redes de protección que seguramente controlan esos líderes del narco. ¿Alguien mandó llamar a los policías que cubren esas zonas?

MIRILLA
($) Atiza el fuego además la vanidad hecha pública en el peor momento. Un maquillista, no cualquier maquillista, el de la esposa del presidente Peña presumiendo en las redes sociales su viaje a China con Angélica Rivera. ¿Es criticable en sí mismo? ¿Quizás no? Pero en tiempos donde lo privado se vuelve público por la exposición de nosotros mismos, la virulencia sale y se riega por la misma vía.

O por las tradicionales, como todo el enredo de la Casa Blanca de EPN, como tituló Arstegui Noticias el reportaje que publicó junto a Proceso justamente la semana del viaje presidencial al extranjero. Una investigación periodística que toma el hilo desde una nota rosa en la revista Hola —la más pura vanidad—, donde Angélica Rivera ofreció su primera entrevista ya con su marido en el poder.

Más preguntas: ¿por qué la casa familiar de un Presidente no está a su nombre, o al de su mujer? ¿Cuál es el truco para vivir por encima de las posibilidades?

PRIMERA CITA
(¡!) Los signos de admiración no alcanzan para demostrar admiración. El atraco a la caja municipal dentro del mismo palacio. Un robo limpio, afortunadamente por el número de personas durante la mañana de cualquier día hábil. La osadía pasa a burla en este robo, pero en muchos otros delitos cometidos: escuelas robadas una y otra, y otra vez, sin que al menos se mueva un dedo para limpiarse la burla.

Más allá del monto, considerable porque pasó de 600 mil pesos, está el otro mensaje también llevado a las redes sociales por la famosa y olvidadiza ranita verde: A veces quisiera pedirle SEGURIDAD al Alcalde de Culiacán… luego recuerdo que le asaltaron el Ayuntamiento y se me pasa.

DEATRASALANTE
(…) Todavía peor les pasa a quienes les roban el automóvil. Más de 8 diarios en promedio en el estado en este 2014. Más de 10 diarios el 2013. Y 13 diarios el año anterior.
Aunque el número se ha disminuido año con año con Mario López Valdez, son ya 17 mil 108 autos robados con violencia en los primeros 3 años y 10 meses, superando los robados en todo el sexenio de Jesús Aguilar Padilla, que llegó a 12 mil 005.

Números y números. Para qué sumar los vehículos robados sin violencia que son muchos más —13 mil 549 con Malova y 13 mil 853 con Aguilar en periodos iguales— y que seguramente tampoco estarán en el cuarto informe de gobierno, y por los cuáles tampoco preguntaron los diputados al Procurador y al Secretario de Seguridad. ¿Para qué? ¿Si eso pasa en otro mundo?(PUNTO)

objetivo7

Medio independiente de Aguascalientes.

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