En la matanza de Casas Viejas, los sicarios lanzaron artefactos explosivos a sus víctimas
“Los sicarios que masacraron a cinco personas en Casas Viejas arrojaron dos granadas de fragmentación a la casa de las víctimas, pero no alcanzaron a explotar, porque estaban mojadas por la lluvia de esa tarde de agosto”, aseguran testigos de la matanza perpetrada por un grupo de gavilleros, el seis de agosto, en Casas Viejas, Concordia.
“Uno de los artefactos explosivos cayó en el baño y el otro en la cama de una recámara, pero las recogió el Ejército, pues el agente del Ministerio Público del municipio de Concordia no fue a investigar al lugar de los hechos”, precisaron habitantes de dicha comunidad.
Más de algún curioso quiso saber por qué no habían detonado los artefactos explosivos y aseguran que un especialista en explosivos manejó la hipótesis de que la lluvia intensa habría humedecido los mecanismos que producen la “chispa” que hace detonar las granadas.
“Gracias a Dios y a la lluvia que no explotaron las granadas”, dijo una mujer.
Mientras los elementos del Ejército recogían las supuestas evidencias de que se habían utilizado granadas de fragmentación, en el ataque contra el comisario y su familia, la Agencia del Ministerio Público, en vez de haber acudido a “dar vista” al hecho, fustigaba a las familias de las víctimas.
“Que si Alejandro Guerrero Reyes había pertenecido a las filas del Ejército, que si algún tiempo el finado había vivido en algún pueblo de nombre Chilillos y/o Chilillo, que si esto y lo otro”, critican los afectados.
A 18 días de que Alejandro, José Rosario y Rosendo Guerrero Reyes, el primero comisario de Casas Viejas, fueron asesinados junto con sus familiares Fidel Sánchez Guerrero y el menor Jesús, de 15 años, los testigos comentan que elementos del Ejército Mexicano, recogieron del lugar de los hechos, las dos granadas y se las llevaron, la misma tarde de la masacre.
Algunas versiones de pobladores de Casas Viejas indican que faltaba media hora para las cinco de la tarde, y esa tarde llovía a cántaros, cuando llegaron los sicarios portando sus armas AK-47, conocidas como “cuernos de chivo”.
“En el lugar donde fue masacrado el comisario de Casas Viejas, Alejandro Guerrero Reyes, quedó un pozo en la tierra de tantos balazos que le siguieron dando a la víctima después de que ya estaba muerto”, lamentan.
Luego de que los multihomicidas perpetraron la matanza, agregan, salieron y se posicionaron frente a la casa, de donde siguieron disparando, mientras otro de sus acompañantes se había quedado disparando hasta por debajo de las camas.
Cuentan que una de las mujeres con un niño en los brazos resistía los disparos protegida en un rincón del baño de la vivienda, donde volaban pedazos de “ladrillos” impactados por las balas, protegiendo con manos y pecho la cabeza de su hijo.
“El tinaco del sanitario voló en pedazos con los balazos”, dijo una damnificada.
Hay versiones de que tanto balaceaban sin misericordia la vivienda, que el compañero de los gavilleros que se había quedado relegado disparando debajo de las camas y roperos para que nadie quedara con vida y que abandonaba la casa para reunirse con los pistoleros, fue herido por los mismos agresores.
“Ah, cabrones, ya me pegaron un balazo”, habría gritado a sus compañeros y los aludidos tuvieron que ir a prestarle ayuda para llevárselo a que lo curaran.
La matanza del seis de agosto, además de las víctimas mortales, dejó un saldo de 18 huérfanos y tres viudas que viven penurias económicas.
Según información extraoficial, el sábado nueve de agosto, tres días después de la masacre, los deudos ya habían sepultado a sus muertos, en San Juan de Jacobo, cuando un grupo de al menos 20 gavilleros regresaron cerca del escenario del crimen, y se apostaron entre Las Iguanas y Casas Viejas.
“Ahí estuvieron haciendo gala de su impunidad, aterrorizando a las familias enlutadas y demás pobladores de Las Iguanas y Casas Viejas”, comentan.
A casi un mes de perpetrado el multihomicidio en Casas Viejas, el móvil de la matanza sigue sin esclarecerse, aunque hay quienes aventuran la hipótesis provisional de que el factor pesquero habría operado, porque los finados pertenecían a la Sociedad Cooperativa “Arroyo del Rincón de Casas Viejas”, dedicada a servicios de turismo y pesca deportiva.
“Era la única Cooperativa independiente constituida legalmente y que integraba a toda la familia para brindar servicios de pesca deportiva y turísticos en la presa Picachos, por lo que habrían afectado intereses”, sostienen.
El signo de la impunidad
-1 de junio de 2013. Asesinan al exjuez de Concordia, Isidro Hernández Ramírez y su familia. Sus cadáveres son arrojados en un barranco de la Comunidad de El Cantil, Concordia.
-4 de julio de 2014. Un grupo de sicarios asesina en el paraje Mala Noche, perteneciente a la comunidad de Chilillos, al empresario maderero Alfonso Vázquez Castro y al presidente de vigilancia del Comisariado Ejidal de La Petaca, Concordia, José Alberto Rueda Olivas.
-6 de julio de 2014. Un grupo de gavilleros masacra al comisario de Casas Viejas, Concordia, Alejandro Guerrero Reyes y a su familia.
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