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Los cristianos, junto con otras minorías como los yazidies, están siendo sometidos en Irak a un auténtico calvario en toda la extensión de la palabra. Aquéllos que no han querido renegar de su fe están huyendo a través de las montañas para no ser aniquilados por los representantes del llamado Estado Islámico. Cientos de miles de hombres, mujeres y niños han abandonado todo lo que tenían con el objetivo de salvar su vida ante la crueldad islámica. Los vídeos en los que se ven cómo se lleva a decenas de hombres a la orilla de un río para darles un tiro en la nuca y empujarlos al agua, o los cadáveres de niños decapitados son estremecedoras.

Mientras, el Papa Francisco, totalmente abatido, según parece, se dedica a enviar tuits y permitir que su jefe de prensa lea un comunicado en su nombre, amén de enviar a Irak al cardenal Filoni para que lleve su apoyo y solidaridad a los cristianos de Irak. Creo que no es precisamente eso lo que más necesitan, es ayuda material lo que requieren con urgencia. Con la oración se puede hacer mucho, pero si además se da agua al que está muriendo de sed y comida al que muere de hambre, es posible que evitemos su muerte. Con solo la oración difícilmente vamos a conseguirlo, a menos que se produzca un milagro, pero estos ya no ocurren hoy en día, solo tienen lugar, curiosamente, cuando a alguien se le quiere nombrar beato o santo.

El milagro, no obstante, no es tan difícil que se produzca, bastaría con la buena voluntad que se supone a los cristianos. La propuesta, por mi parte, es muy simple y constaría de varios puntos. El primero de ellos sería que lo ingresado en un determinado periodo de tiempo por la venta de entradas para visitar cualquier monumento en manos de la Iglesia en cualquier lugar del mundo, como catedrales o museos, fuese íntegro a los cristianos iraquíes. Las parroquias, por otro lado, destinarían asimismo todo lo recaudado en las colectas dominicales durante ese mismo espacio de tiempo a sus sufrientes hermanos en la fe.

Las cofradías harían su aportación económica a costa de procesionar al año siguiente los pasos con menos flores y menos adornos áureos. También las órdenes religiosas, especialmente aquéllas en las que la pobreza material no es una de sus señas de identidad, colaborarían económicamente en el proyecto. Y, por supuesto, los cristianos de a pie de cualquier rincón del mundo seguro que estaríamos dispuestos a sacrificarnos por aquéllos que nada tienen.

Así, con todo esto, la oración, el apoyo y la solidaridad tendrían más sentido. Es decir, a Dios rogando y con el mazo dando, en su sentido original, o el ora et labora. Los cristianos de Irak verían así, por fin, una luz al final del terrible túnel. No esperan mucho de Bardén, Almodovar y compañía -es más, ni siquiera saben quiénes son-, pero sí de aquéllos que tienen su misma fe y que hasta ahora, la verdad, han hecho bastante poco por ellos.