Río Doce.- “Culpables. Se ratifica la pena de muerte en la horca a los hermanos González Villarreal. La apelación ha fracasado”, escucharon con gran aflicción los familiares de los sinaloenses condenados.
Tras el veredicto que los sentencia a morir en la horca, los hermanos culiacanenses González Villareal ponen tristemente sus nombres en la historia por ser los primeros mexicanos condenados a morir en Asia. “Señores, se les condena a colgar del cuello hasta que mueran. Esa es la sentencia del pueblo de Malasia”, pronunció el juez Zawawi después de un proceso judicial de un año y dos meses en contra de los tres sinaloenses.
La noticia fue recibida con angustia y desconsuelo por la familia de los tres condenados, que seguían la noticia del juicio a través del trabajo periodístico de Milenio, con las notas del reportero Víctor Hugo Michel, quien se encontraba en el Tribunal de Apelaciones.
Pasadas las dos de la mañana de este miércoles, Víctor Hugo Michel escribió un twitter que decía: “Culpables. Se ratifica la pena de muerte en la horca a los hermanos González Villarreal. La apelación ha fracasado”.
El mensaje fue leído por uno de los familiares que se encontraban arremolinados en el portal de la casa siguiendo las noticias y esperando el veredicto de los magistrados, produciendo aflicción y llanto en la casa de Lomas de Rodriguera.
Doña Carmen Villarreal y don Héctor González se sumieron primero en un profundo silencio al escuchar la noticia. Luego ella explotó en llanto. “Quiero a mis hijos de regreso, son inocentes —dijo—, los quiero aquí conmigo”.
Luis, José y Simón González Villarreal, presos desde 04 de marzo de 2008 en Malasia, se mantuvieron con la esperanza de ser liberados en el juicio con el juez Zawawi, al que asistían con sus pertenencias ante la eventualidad de ser exonerados de los cargos. Impactados por el fallo, los mexicanos se aferran ahora a otra lucha por sus vidas, en la Corte Federal de Malasia o pedir clemencia al sultán de este país predominantemente musulmán.
Al borde de las lágrimas Simón González Villareal admitió: “No… no lo esperábamos, pensábamos que seríamos absueltos”.
“¿Justo? No puedo decir si fue un fallo justo. Pero creemos que no tomó en cuenta las fallas en la custodia de las evidencias”, comentó el abogado Kitson Foong al referirse a la decisión del juez Zawawi.
Los hermanos sinaloenses estuvieron alrededor de un mes en Malasia hasta que fueron detenidos en un operativo antidrogas, junto a Lee Boon Siah y Lim Hung Wah, de Malasia y Singapur, condenados también a morir ahorcados: Se les acusó de procesar químicos para preparar metanfetaminas pues en ese mismo operativo se decomisaron 29 kilogramos de esta droga, valorada en 15 millones de dólares. Su detención se realizó en la nave industrial a la que llegaron a trabajar como empleados de limpieza. En particular pesó la evidencia recopilada en una fábrica de la sureña ciudad de Johor Bahru. El elemento decisivo fue la presencia de ADN de los González Villarreal en ropas que estaban contaminadas por metanfetaminas.
A partir de ahí comenzó una pesadilla que al parecer no encontrará final ni para ellos ni su familia. Malasia, junto a Japón, Tailandia, Indonesia y Filipinas han endurecido sus leyes con respecto al tráfico de droga debido al aumento en el consumo y producción de metanfetaminas en aquella región de Asia.
Aunque no tanto en otros lugares como en Indonesia, donde tras una condena por este delito no hay espacio para una apelación. Si se es encontrado culpable el castigo es una muerte por fusilamiento que llega de inmediato. Los mexicanos, en cambio, tuvieron que esperar en Malasia poco más de cuatro años, tiempo en el que su defensa intentó echar abajo el proceso judicial.
Alegaron fallas en lo que en nuestro país conocemos como el debido proceso: Pruebas adulteradas, que momentos después del arresto, un tercio del total de las metanfetaminas decomisadas desaparecieron; además, estas fueron encontradas en un área distinta al lugar de trabajo de los mexicanos. Para sus abogados, esto debería bastar para anular el proceso judicial. Pero no lo lograron. La fiscalía basó su culpabilidad en los restos de químicos impregnados en la ropa que usaban al momento de la detención.
El 16 de mayo de 2012 se les dictó sentencia y fueron condenados a muerte. Intervino la Comisión de Derechos Humanos de México para pedir la anulación de la condena, basados en los alegatos de la defensa y en los tratos que han recibido dentro de prisión, pues también señalan que uno de los hermanos, José, contrajo tuberculosis estando preso.
El 14 de agosto de 2013 los hermanos detenidos y su familia en Culiacán, Sinaloa, se enteraron que la Corte en Malasia ratificaba la condena de pena de muerte. Si todo sale como lo dicta la justicia del país asiático, les espera la horca.
Sin prejuzgar sobre su culpabilidad o inocencia, la embajada de México aseguró que mantendrá la asistencia consular a los tres mexicanos. “Seguiremos asistiéndoles y nuestro abogado, Kamarul Hisham, seguirá apoyándoles”, aseveró una fuente diplomática.
“Desgraciadamente han rechazado la petición, vamos a presentar cuanto antes una apelación ante el Tribunal Federal”, manifestó por teléfono el abogado de los hermanos mexicanos, Kitson Foong.
A los hermanos González Villarreal, quienes no cuentan con antecedentes penales en México, les queda el recurso de buscar que la justicia de Malasia les cambie los cargos a posesión de narcóticos, para cambiar así su condena de pena capital a una que les augure varios años en la cárcel, además de ser sometidos a una sesión de azotes en el cuerpo, así como apelar al Tribunal Federal y, por último, solicitar el perdón real para escapar a la pena capital.
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