Inició el reparto de despensas, materiales de construcción, promesas y más por parte de todos los partidos políticos.
Columna/foto: bjetivo7/Cuauhtémoc Villegas Durán
¡Ay cabrón!, qué generosos andan los partidos en estos comicios con los ciudadanos a los que desprecian mientras no son elecciones.
Ya andan todos, toditos con sus playeras bordadas con los logos de sus partidos y los nombres de pollitos-ratas por aquí y por allá, ahora sí, los diputados y las regidoras gestionan, hasta, se tutean con el pueblo.
Los dioses vuelven a la tierra a darnos su maná. El pueblo, extasiado, recibe las bolsas de verduras precocidas de La Huerta. Ya salió para la comida del día, solo hay que comprar la mayonesa, preparar el aderezo o los limones o de plano así, como manda el bolsillo y el hambre. Se apuntan, entregan sus credenciales. Promesas de apoyo, de trabajo.
Los tricolores, los del poder, no se dejan, vigilan y mandan sus huestes a ofrecer, a prometer como el año pasado. Los electores les aclaran que no estarán con el PRI, el año pasado ni las despensas entregaron. La coordinadora busca la manera de convencerlos, pero no puede “no puedo prometer nada” y ofrece 300 pesos a la quincena para quien busque posibles electores en su cuadra y los enliste con el PRI.
– ¿Qué necesitan?, ¿materiales, medicinas?, ofrecen los verdes.
– Yo necesito ladrillos para mi barda de la calle, tenemos vecinos alcohólicos que se aprovechan de la impunidad para molestar a sus vecinos y hay robos.
– No tenemos tantos recursos, pero podemos ayudarlo con el impermeabilizante o conseguirle cemento para que tape las goteras de su casa.
Todos se apuntan, a todos les toca algo, cinco botellas PEP se convierten milagrosamente en un litro de aceite para cocinar.
El poder lo vale todo, hasta el pesar de tener que regresar a los pobres y los no tanto, el pesor ver sus caras sucias, ennegrecidas por el sol, apestosos a sudor, a grasa, ciudad, campo, sus caras agotadas de sufrir miseria, hambres, despojos, injusticias, desprecios …
El poder lo vale todo, hasta volver con los miserables y soportar las cientos o miles de peticiones. Porque eso sí, ya en congreso ni pararse en la oficina ¿para qué? para nada y si no pregúntele a la bancada panista original. Si han estado en estos más de dos años siquiera 100 horas en sus oficina gestionando , entendiendo a los miserables, a los que tienen problemas , con la justicia, con el ingreso escolar, con la palanca. Tal vez ni entre toda la bancada han cubierto esa cien horas. Todos los demás están igual aunque, existen honrosas excepciones.
No, ahora hay que volver, como dicen ellos en su lenguaje estúpido, choteado y barato, pero sobre todo sin sustancia: Arremangarse las mangas y ensuciarse los zapatos. Sí, porque se consideran dioses, y, el solo ese hecho de arremangarse las mangas, al bajar de sus camionetas pagadas por los miserables y caminar entre ellos y prometerlo todo, es trabajar. Para ellos, eso significa esforzarse. Ellos no saben de manos ampolladas que sangran y duelen y aun así, hay que seguir con el azadón, la pala, la barra, el machete. Bueno de machetes si saben pero de en referencia a sus amantes, los que tienen esa preferencia. Ellos sudan en los gimnasios con su bebidas energizantes y así mandan todo el dinero de los miserables a las grandes corporaciones, o sea, al extranjero. Y, así, sudan, pero no se acongojan, saben que la impunidad se negocia y que si están en política, lo están para saquear al Estado. Saben que todo es apariencia y hay que aparentar ser oposición aunque sus nalgas sean del dios que los sustenta.
Son dioses que hasta para tomar una pala para instalar “la primera piedra” de una construcción (una sola palada) usan guantes blancos que jamás ensucian. Manitas de señorita, o, de puto, dirían otros.
Lo bueno de todo esto, es que el dinero que pueblo genera sele regresa, porque mientras no haya elecciones todo estos dioses se dedican a acumular dinero como el dios Granier, a costa de la miseria, la enfermedad, la muerte, y demás males de los verdaderos dueños de esa riqueza.
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