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Confiesa delitos y revela información en cartas y mensajes

Reportaje/foto: Cortesia Río Doce

Fue el mismo Joaquín Guzmán Loera quien se encargó de hacer algunas de las revelaciones que ahora tendrían en la cárcel a su pareja, Emma Coronel Aispuro. No como un delator, sino como parte de lo que consideraba una comunicación segura para sus instrucciones.

Como las cartas de puño y letra que presentó la Fiscalía estadounidense en su contra en 2019 y que tenían como destinatario su compadre Dámaso López, o mensajes de texto que han sido interceptados por las autoridades estadounidenses.

En esas cartas o mensajes hay información clara, sobrenombres que no es difícil rastrear, referencias de fechas y hasta datos sobre mercancía entregada o por cobrar. En el juicio fueron una prueba documental.

En esas cartas, a Emma Coronel la llama “la mamá de las cuatas” o simplemente “la señora”. “Ahí les estaré mandando recados con la señora, lo mismo usted mándeme decir con ella cualquier cosa”, le escribe el Chapo a Dámaso López en una de las tres cartas que están en poder de la Fiscalía americana y que se hicieron públicas en el juicio contra Guzmán Loera, pero que alcanzaron para seguir siendo pruebas incriminatorias en esta acusación contra Emma Coronel.

“Empezó a llevar los mensajes que el Chapo Guzmán le entrega en la prisión y que el gobierno mexicano no monitoreaba; incluso revisé cartas escritas a mano por el capo” dice el agente del FBI Eric S. McGuire.

Es así como pasó de pareja del Chapo a colaboradora directa de los negocios de la organización de Joaquín Guzmán, o al menos eso trata de probar la fiscalía estadounidense en la acusación que llevó a su captura o entrega el 22 de febrero.

Desde la carta que el FBI clasificó como la primera, donde el Chapo dice que a pesar de lo difícil que es estar en la cárcel “le tocó suerte por ese lado, el director se ha portado muy bien conmigo, lo que le pido me ha ayudado”, le adelanta a Dámaso López:

“La mamá de las cuatas le va a comentar a usted y a mis hijos algo, hay le encargo que estén muy pendientes compadre, ella les explicará”. Y al despedirse recuerda de nuevo el mensaje que llevará Emma Coronel “para que la vean personal”.

En la carta que clasifican como la número dos, vuelve a decirle que “les estaré mandando recados con la señora, lo mismo usted mándeme decir con ella cualquier cosa”. Y en la carta tres, de nuevo, que con “la mamá de las cuatas” cuando se ofrezca se pongan en comunicación, que Óscar sabe cómo contactarla.

Los negocios

Cauteloso siempre, cuidadoso al extremo, desconfiado permanentemente, Joaquín Guzmán no tuvo otra vida que la de los negocios del narcotráfico. En ella hizo su dinero, el nombre, el poder sobre vidas y muertes.

Aun así la confianza del Chapo cayó en excesos, como en las cartas entregadas a Dámaso López que irían a parar a manos de la DEA primero y ahora del FBI.

En las cartas es insistente en la importancia de las relaciones con el poder político: “me encontré con un amigo que hace muchos años lo conocí en el sexenio de Salinas e hice buena amistad con él en aquellos años”, dice que les ayudará mucho y así lo refiere en las otras cartas, de cómo le informa sobre lo que dicen los güeros (la DEA) sobre su captura.

También son estas las cartas donde confirma que el jefe de la Policía Ministerial en Sinaloa, Jesús Antonio Aguilar Íñiguez, lo llama por su apodo Chuytoño, sin claves. Y dice que no deben confiar en él, o que deben pasarle instrucciones a través de un tercero.

Pero la mayor parte del contenido en las cartas se refiere al cobro de mercancía que ya fue entregada para su venta o que están esperando para el trasiego. El Chapo pide mandar cobradores a quienes aun le deben, o a quienes se han quedado con la mercancía:” no hay que dejarnos ya, nomás llegué yo aquí y la gente ya no quiere entregar lo mío y de los socios” escribe Guzmán refiriéndose a que el control del negocio no es el mismo con él en la cárcel.

Pide poner orden, no dejarse, mandar cobrar. “Ojalá se logre recuperar eso para pagar y salir adelante.”

Pide que todas las decisiones se tomen entre los cinco –sus cuatro hijos y el propio Dámaso. También que al repartirse el dinero o la mercancía sea en dos partes, una para los hijos y otra para su compadre.

“…de la mercancía que vaya llegando me avisa y cuanta ha recogido una tonelada, una tonelada se compró entre los 5 y lo que pase de la tonelada es mía, lo que vaya llegando a ver qué porcentaje la hace rendir, ojalá mitad de corte y mitad de mercancía, ya nos pondremos de acuerdo yo y usted”, escribe.

Pero pide que primero se pague su parte: “saludos a Cleto y dígale que me haga el favor, que lo primero que se venda me eche la mano que sea mi parte, lo mismo usted hágame el favor, ya que ocupo diario aquí, mucho gasto.”

“Por otro lado…”

Para cambiar de tema el Chapo va diciendo en sus cartas por otro lado. Insiste constantemente en que deber tener cuidado con los delatores, es la única forma de que no los capturen: “como lo digo, sin dedo jamás dan con uno y el dedo siempre será gente allegada.” Y antes daba el consejo: dos cosas las que se deben de hacer, que donde duerman que ustedes nada más sepan y no ir a lugares públicos y nunca pasará nada.”

Pero el Chapo había incumplido sus propias reglas. En la primera de las cartas que se tienen, que podría ser realmente la primera que entregó a su compadre Dámaso López, está convencido que es necesario tener claro sobre quienes fueron los dedos en su captura en Mazatlán en febrero de 2014. Sospecha, pero pide que no se dejen llevar por rumores.

Y narra cómo fue su detención en el edificio Miramar de Mazatlán: “si no hubiera estado la familia sí me matan, y la verdad no me hubieran agarrado vivo, ganas no me quedaron de matarme con ellos, pero por la familia, a la mujer le pusieron el rifle en la cabeza, otros con las niñas, no podía hacer nada.”

Artículo publicado el 28 de febrero de 2021 en la edición 944 del semanario Ríodoce.